La contingencia por el Covid-19 lo agarró en plena etapa de exportación en el 2020, misma que abarca entre enero y abril. Los pedidos que le realizan viveros en California inician en diciembre, pero para enero la producción del año anterior ya debe de estar lista para el embalaje en tarimas de maderas ya tratadas y con permisos avalados por instancias reguladoras de sanidad, transportación y envío fronterizo.
Antes de la contingencia, Abelino exportaba entre 2 a 5 tráileres por año. Ahora no ha exportado nada porque el cruce fronterizo está cerrado para productos que no son de primera necesidad, así que todas las macetas están empolvándose esperando que la situación cambie. A eso se suma que la venta con clientes de la región disminuyó por la falta de fiestas.
“Sólo se vende con la gente que viene hasta mi casa a comprarme macetas, trabajos especiales, ollas para guisos, sólo me queda esperar que los tiempos mejoren”, agrega.

Abelino está presente directamente en todo el proceso de producción, desde la extracción de la arcilla en la mina, el transporte, trituración, elaboración, quema, embalaje y venta. Así que eso le ayuda mucho a no depender de terceros para sacar lo poco que produce para sobrevivir esta crisis.
El taller de Álvaro lo heredó de su padre y todos en su familia se dedican al mismo oficio. En su casa su esposa la ayuda en el taller, como en casi todas las familias alfareras de Ixtaltepec, que llegan a sumar alrededor de un centenar, las mujeres tienen una participación importante.
Antes de la crisis Álvaro y su familia vendían en los mercados regionales y con revendedores de otros estados durante todo el año hasta cinco gruesas de productos, cada gruesa representa 25 docenas.
También los modelos cambiaron. Antes las peticiones eran jarrones, ollas especiales para los guisos en las fiestas, muñecos conocidos como tanguyu, tinajas. Ahora, debido al encierro aumentaron los pedidos de macetas.
“Hemos visto cómo bajó la producción y cómo cambiaron los pedidos. Ahora hacemos muchas macetas, las piden mucho. También vimos disminuido el número de empleados, de 6 quedamos mi esposa, las dos personas que pintan y yo, pero no podemos sostener a más personas, todo lo hacemos entre todos. Hacemos lo que piden y lo que pueden pagar”, finaliza el artesano.