.— “No he querido irme a parar a mi taller porque me da mucha tristeza ver todo el trabajo que se echó a perder”, después del paso del huracán Erick en la Costa de Oaxaca, en junio pasado, dice a la artista plástica afromexicana Yuyé Hernández.

Creadores afromexicanos como Alberta Hernández Nicolás, Iván Hernández, Balam Toscano, Elder Ávila Palacios, Ramiro Paz, Guillermo Vargas y otra decena de artistas perdieron no sólo su hogar, también su patrimonio y su trabajo de años que resguarda la memoria de las familias afro.

Las pérdidas han sido múltiples para estos artistas de distintas comunidades de la Costa de Oaxaca. A más de un mes, ninguno de ellos se ha recuperado, tampoco creen que así sea. Los daños no sólo fueron en lo económico, que implica afectaciones en sus viviendas y herramientas de trabajo, sino también la pérdida de material que resguarda la memoria colectiva de los pueblos. “No es fácil recuperar cada una de las obras porque el abandono del Estado mexicano es evidente”, confiesan.

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A la artista plástica y activista en derechos de las mujeres afros, Santa Obdulia Hernández Nicolás —conocida como Yuyé— se le dañaron por las constantes lluvias y la humedad más de 15 pinturas ya enmarcadas, las cuales estaban en su hogar.

En su taller había más de 20 gráficas impresas, una bodega grande de pintura, papel, marcos y otros materiales, así como herramientas de trabajo: “Todo se llenó de agua, entonces los cuadros se humedecieron, aparte de que nuestras casas quedaron sin techo, ni he querido entrar a ver a detalle todas las pérdidas”, confiesa la artista.

A Yuyé le ha costado al menos 30 años de trabajo hacerse de un acervo que resguarda la memoria de familias de distintas comunidades afros. Explica que para las personas afromexicanas es doblemente complicado porque el pueblo afro es discriminado de manera estructural por los gobiernos, por lo que el acceso a programas y apoyos es casi nulo. En ese sentido, señala que es como volver a empezar.

La mayoría de las obras de la artista plástica y activista en derechos de las mujeres afros, Santa Hernández, conocida como Yuyé, quedaron dañadas. Foto: Balam Toscano / EL UNIVERSAL
La mayoría de las obras de la artista plástica y activista en derechos de las mujeres afros, Santa Hernández, conocida como Yuyé, quedaron dañadas. Foto: Balam Toscano / EL UNIVERSAL

“No he querido ir al taller donde tengo todo mi trabajo. Sí tenía un poco en mi casa, pero porque los estaba pasando poco a poco. Unos cuadros se hincharon por ser de madera, otros se les boto el papel que tiene atrás, y una carpeta de hace años sobre Chacahua que hicimos sobre el rescate de los animales acuíferos, quedó inservible”.

Explica que el apoyo que les otorgó el gobierno por el paso del huracán categoría 3, fue mínimo, pues no alcanzó ni para los techos de todas las viviendas dañadas, la de su mamá, la de ella y la del taller prestado. Sin contar la pérdida de los electrodomésticos y material del trabajo. Sólo el material y herramientas de trabajo son más de 100 mil pesos de inversión.

“¿Quién lo va a reponer?, tenemos que empezar desde cero”, exclama Yuyé, quien es originaria de El Tamal, una de las comunidades mayormente afectadas por el huracán Erick en el municipio de Pinotepa Nacional, el 19 de junio pasado.

Al igual que ella, el artista Elder Ávila perdió toda su colección de grabados, pinturas y gráficas que ha trabajado durante años.

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Además del material de sus compañeros que resguardaba en su hogar porque no había forma de mantenerlos en el Centro Cultural Cimarrón, debido a la falta de recursos y capacidad.

“Todo el techo lo tiró [el huracán], las obras mojadas y carpetas también se mojaron”, dice Elder mientras muestra la recopilación de obras pegadas unas con otras por el agua. Su taller, un espacio con la pintura desgastada, el piso con moho y anaqueles de metal oxidado, guardan el material de trabajo.

Los vientos del huracán arrastraron el techo de lámina de la casa y del taller de Balam Toscano. Foto: Balam Toscano / EL UNIVERSAL
Los vientos del huracán arrastraron el techo de lámina de la casa y del taller de Balam Toscano. Foto: Balam Toscano / EL UNIVERSAL

Balam Toscano, cineasta, fotógrafo y documentalista, también se quedó sin techo y con casi todo el material de documentación inservible. Los vientos arrastraron el techo de lámina, dejando entrar la lluvia en su hogar y taller.

“Todo se mojó y se echó a perder”, dice con decepción y al mismo tiempo con la esperanza de que se volverá a recuperar, aunque no tiene idea cómo ni cuándo será, tampoco de cuánto ascienden los daños.

“Con lo que queda, hay que reconstruir un nuevo archivo de nuestro pueblo. Una nueva memoria en fotografía y video”, agrega.

Además, el cineasta perdió un disco duro de ocho terabytes de información, parte de su documentación se fue: “Grabé muchísimo, y ahorita estoy tratando de recuperar toda la información, testimonios de ellos, aunque todo es complejo”.

También tuvo que parar uno de sus proyectos cinematográficos, mientras reorganiza todo.

Artistas resisten ante el abandono

“Somos artistas, campesinos y pescadores, y luchamos para no ser olvidados”, dice Balam, con orgullo de ser afromexicano. Aunque, al mismo tiempo, reconoce que les afecta el racismo estructural y abandono del Estado mexicano para acceder a apoyos y programas.

En el municipio de Santiago Pinotepa al menos 23 mil 692 personas, es decir, 42.4% de la población es afromexicana o afrodescendiente, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020 del Inegi, donde fueron considerados por primera vez.

A diferencia de otros artistas que viven en zonas urbanas y en otros contextos, los artistas de los pueblos afros de Oaxaca y Guerrero viven realidades de marginación con apoyos nulos para acceder a programas que les ayude a fortalecer sus artes, fiestas, costumbres y danzas. En estos pueblos se realizan otras labores para sobrellevar su trabajo artístico.

Elder, pescador y chofer de un mototaxi, cuando tiene tiempo se dedica a plasmar la cotidianidad de las personas en una pintura.

“Siempre hemos sido artistas campesinos, el arte es parte de nuestra vida cotidiana, pero no nos dedicamos todo el tiempo a eso como el resto de artistas, en el sentido del privilegio. Nosotros trabajamos en la tierra, pescando, vendiendo y otras cosas que no tienen que ver con el arte, para irla pasando”, expone Balam.

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Lo que le preocupa, en estos momentos, aparte de tratar de recuperar todo el material perdido por el huracán, es que los jóvenes ya no piensan hacer fotografía, documentación ni nada que tenga que ver con el arte, porque de ello no se vive y tampoco hay programas que incentiven a la juventud.

“Lo que estamos haciendo ahorita es hacer pequeñas redes de manera personal, para buscar apoyos para recuperar un poco de lo que se llevó el huracán. Somos fuertes, hemos aguantado tantos años de estar invisibilizados. Nos tiró nuestras casas, pero no destruyó nuestro espíritu”, subraya.

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