Pochutla.—  El paso del huracán Agatha destruyó los cuatro pozos que abastecen de agua al destino turístico de Zipolite, en el municipio de San Pedro Pochutla, el único oficialmente nudista en el país.  A dos semanas del impacto del meteoro y la devastación, los más de 2 mil habitantes compran el agua para consumir y limpiar sus viviendas.

David Rodríguez, agente municipal, señala que la situación de desgracia se complica ante la falta del recurso, así que agradece el apoyo del gobierno federal a través de una planta potabilizadora para mil litros, pero que apenas  amortigua  la crisis por el agua, por lo que  llaman a  que se reparen los cuatro pozos que los abastecían  y que tras la emergencia quedaron cubiertos de lodo y basura. Pese a ello,  tienen la esperanza de que con dicha limpieza los pozos dejen de emanar sólo agua salada.

“De alguna forma, algo bueno trajo el huracán: los pozos llevaban dos años salados, no servían para tomar. El agua la utilizábamos para la limpieza, después de que se saneen será agua dulce. Zipolite no posee agua potable, entubarla  hasta acá tiene un costo de 30 millones de pesos. Esa es una de nuestras obras prioritarias que plantearemos, mientras, estamos batallando con el agua”, explica.

 

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Fue precisamente la falta de agua lo que complicó la extinción de un incendio que se originó tras el paso de Agatha, como consecuencia de sus daños, y que devoró 10 comercios.

Odilia Jarquín Mijangos y su hijo Ángel comenzaron a limpiar su comedor La Zapoliteca, en la Playa del Amor, seis días después de la destrucción. La tardía labor de limpieza se debió a la falta de agua, pues no contaban con el líquido para remover toneladas de tierra y lodo que dejó atrás la tormenta.

Fue hasta que poco a poco las pipas abastecedoras volvieron a surtir a los pobladores, como lo hacían antes del huracán, cuando la familia de Odilia pudo comenzar con la limpieza. La mujer cuenta que  sólo ofreció un pago simbólico de 200 pesos para acceder al líquido.

 

Foto: Roselia Chaca

“Primero rescatamos la casa de mi madre, que salió afectada, después venimos a limpiar el local, aunque la falta de agua lo  dificultó mucho. La pipa nos dio agua con un apoyo simbólico  para la compra de gasolina. Para limpiar mi local tuvimos el apoyo de la Secretaría de Marina (Semar) y algunas amigas”, cuenta  Odilia Jarquín.

Mientras descansa a momentos, explica que, como ella, muchos habitantes siguen  en la etapa de limpieza, y hasta que culmine sabrán la magnitud de la devastación. “Es difícil saber cuándo nos recuperaremos, quizás en un mes, dos. El impacto estuvo muy fuerte, más que los pasados tres huracanes”.

Mientras los habitantes esperan la restauración de sus pozos, restauranteros y hoteleros lavan sus equipos en el mar.

 

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