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En los últimos 12 meses fueron 288 mil 577 las jóvenes que dijeron haber recibido ese insulto en el ámbito escolar, lo que quiere decir que en todo el país, una vez cada 1.8 minutos un maestro, maestra o compañero de clase le dijo a una alumna que las mujeres no deberían estudiar.
Del total de agredidas, 91.3% no denunció ni pidió ayuda porque no se sintieron afectadas (49%), se sintieron avergonzadas (9.8%) o tuvieron miedo (11%), mientras que 9.7% pensó que las iban a culpar o porque “son las costumbres” (10.3%).
Para Ana Lau Jaiven, investigadora del Departamento de Política y Cultura de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Unidad Xochimilco, los resultados de esta encuesta demuestran que a pesar del trabajo que se ha venido realizando por la igualdad de género, la mentalidad de los mexicanos no ha cambiado. Al igual que los feminicidios, el hecho de que a las mujeres les digan que no deben estudiar, demuestra que en el país no valen “nada”, puesto que se limita su derecho a la educación.
“No ha cambiado la mentalidad, por lo visto seguimos igual. Me tiene impactada. Si te fijas que por cuestiones de género matan a siete mujeres todos los días, esto quiere decir que las mujeres seguimos sin valer nada, que no tenemos derecho a la educación, mejor que nos quedemos barriendo en la casa. Es muy grave que en el siglo XXI siga ocurriendo esto, cuando desde la década de 1960 ha aumentado el número de mujeres en las universidades”, dijo.
Según la Endireh los que más violentan a las mujeres en el entorno escolar son los compañeros varones, con 38.5%; le siguen los maestros varones, con 19.4% de reportes por haber ejercido violencia emocional; después personas desconocidas de la escuela, con 16.3%; siguen las compañeras mujeres, con 8.4%; “otras” personas de la escuela, 7.4% de los casos; las maestras, con 4.6%; trabajadores de la escuela, 2.7%, y el director, en 2% de los reportes.
Mientras que los lugares donde se cometieron estas agresiones son, por orden: la escuela, algún lugar público cerca del plantel escolar, un lugar público lejos del mismo, el transporte, casas particulares y otros.
Son cinco las entidades que reúnen el mayor número de reportes en la materia, por orden en cuanto a la proporción de alumnas que sufrieron un episodio de violencia emocional con respecto a la cantidad de alumnas en su sistema educativo: Querétaro, Jalisco, Aguascalientes, Ciudad de México y Oaxaca.
La coordinadora del programa de Asuntos de Género en la Universidad Iberoamericana, Elvia González del Pliego, consideró que esta clase de violencia revela un “machismo muy fuerte” que ha pasado inadvertido por las personas que lo ejercen. La violencia se ha generalizado, asegura.
Una respuesta podría ser que las autoridades educativas creen protocolos de atención a la violencia de género e implementen sistemas eficaces de denuncia para las estudiantes.
“En este sistema, la violencia machista está justificada, la misoginia se ve como algo común y, al mismo tiempo, se ve como algo que ‘así es’. Tiene que haber acciones con el profesorado, el alumnado y el personal administrativo. Tiene que haber acciones, un protocolo de atención en las escuelas a la violencia contra las mujeres, y un lugar donde se denuncie”, señaló.
La violencia ejercida en el entorno escolar es especialmente dañina, porque las alumnas pueden llegar a pensar que no tienen la capacidad para estudiar o pueden llegar a dudar de sí mismas.
“Que alguien te humille o te diga que no puedes estudiar, si lo vas escuchando desde la infancia, te hace creer que es cierto, te hace dudar de tus capacidades y genera muchísima confusión e incertidumbre. Es violencia sicológica y emocional porque atenta contra tus emociones, tus sentimientos y tus capacidades, contra tu autoestima”, señaló.
En el tema de violencia física, el Inegi encontró que 7 millones 160 mil jóvenes y adolescentes han sufrido cuando menos un episodio a lo largo de su vida.
Para Verónica Pérez García, investigadora especializada en temas de educación y género de la organización Commenta Diálogos de Saberes, existe un doble discurso en la sociedad, puesto que por un lado se promueve públicamente que las mujeres participen y se inserten cada vez más en la actividad económica y académica del país, mientras que, por el otro lado, se normaliza la violencia de manera que ser mujer en el espacio público se convierte en una acción “crítica y cruda”.
“Hay una doble conducta: la institucional y una realidad que se sigue acentuando e implica la violencia en contra de cualquier mujer que quiera participar o se quiera involucrar y se siente señalada. Hay un traslado de lo que pasa en la sociedad con lo que pasa en la escuela. En gran medida somos esa transferencia y hay niveles de violencia que se ejercen cotidianamente con frases como ‘calladita te ves más bonita’ o el ‘estás en tus días’”, comentó Pérez García.