A los 31 años, Rosy supo que se convertiría en madre. Recibió la noticia con felicidad, su embarazo transcurrió con normalidad y su hija nació sana. Al llegar a casa, no habían pasado ni cinco días cuando la sonrisa se desvaneció de su rostro, el olor de su bebé le provocaba náuseas, mareos, aunque quería estar con ella, sentía un rechazo inexplicable, no sabía que tenía depresión postparto.
Además del rechazo hacia su hija, Rosy perdió el apetito, en una semana y media bajó 10 kilogramos, no le daban ganas de levantarse de su cama; aunque su carácter siempre fue fuerte, no entendía por qué perdía la paciencia más rápido. “Mi esposo me preguntaba qué pasaba, qué me preocupaba, si ya teníamos una casa, si nuestra hija nació sana, si el parto fue exitoso, noté mis cambios de humor, me volví impaciente, más enojona, por eso busqué ayuda”, relató. Rosy visitó a su ginecóloga y le contó la situación: “Me hicieron muchos estudios clínicos y no salió nada raro, entonces la doctora me dijo que tenía depresión postparto, me mandó antidepresivos y por eso no pude amamantar a mi hija, me sentía la peor de las madres”.
Velasco Téllez comentó que los antidepresivos deben consumirse por lo menos un año después de que desaparecen los síntomas de la depresión, de lo contrario hay más oportunidad de que el trastorno mental regrese. “Cuando hablé con el médico me dijo que habían hecho mal las cosas conmigo, que un problema con los ginecólogos es que interrumpen el tratamiento y eso eleva 90% la probabilidad de reincidir, retome los antidepresivos por un año y todo cambió, empezó a uir, entendí que no me faltaba amor hacia mis hijos, que tenía una enfermedad”, recordó Rosy. Para el doctor César Velasco es importante atender los trastornos mentales que pueden ocurrir antes, durante y después del embarazo, por ello, dentro del Instituto Nacional de Perinatología promueve el desarrollo de la Clínica de Salud Mental. 10/5/2019 “Sufren 25% de mamás depresión postparto”
Pidió a familiares y amigos de mujeres que vivan una situación similar no juzgarlas y a las mamás no creer que la tristeza y las ideas negativas van a desaparecer por arte de magia: “Ojalá dejemos de ser tan duros y prejuiciosos, debemos tener más empatía con las mujeres que sufren depresión y ansiedad en alguna etapa del embarazo, y tenemos que entender no son enfermedades de gente tonta, loca, chafa, inútil, incapaz o débil, se tiene que buscar atención médica como en cualquier otra, no podemos esperar sólo a que la tristeza se vaya, eso no va a pasar”, precisó.