Lluvia es una de las 23 mujeres que conforman el chat de WhatsApp La fe mueve montañas, en el que todas son mamás de niños que nacieron con el síndrome congénito por “posible” zika.
“A las ocho semanas me salieron las manchas rojas, tuve dolor de cabeza, no soportaba el sol y fui con el ginecólogo, pero me dijo que a lo mejor era dengue, que eso no tendría mayor complicación, que me fuera a casa”.
“Por ley, toda mujer embarazada que tenga sarpullido debe ser valorada como posible paciente de zika, si se detecta la enfermedad, se le informa a la futura madre la probabilidad de que su hijo nazca con un síndrome congénito, pero debe quedar claro que los servicios de salud tienen que funcionar en apego y respetar las leyes, si no hay un marco legal que permita la interrupción del embarazo, la unidad de salud no podría realizar la acción”, mencionó.
Según cifras oficiales, de las 7 mil 120 mujeres embarazadas que adquirieron el virus, sólo 53 recién nacidos reportaron un síndrome congénito y no se sabe con certeza si alguien decidió interrumpir su embarazo.
“No me dieron a elegir”
Fiel a su rutina, Rosa camina de la primaria en donde estudia uno de sus hijos, hacia el embarcadero de Isla de la Piedra, en Mazatlán, Sinaloa, ahí recoge varios kilos de elotes que tiene que preparar para la venta diaria; además de su “mandado”, carga en brazos a Isaac, quien nació con microcefalia por “posible” zika.
Todos los días se repite, “por algo Dios hace las cosas”, pero quisiera que le hubieran explicado las condiciones en las que nacería su hijo.
“Ni siquiera me dieron un diagnóstico, no me dieron a elegir si quería tener a mi bebé o no, no me explicaron que por el zika podía nacer así, no sé, por algo Dios hace las cosas, y lo único que podemos hacer es apoyar a nuestros bebés, pero sí deberían dar más información, no sólo pegar carteles y ya, sino explicar las consecuencias que puede haber por el mosquito”, compartió con EL UNIVERSAL.
El embarazo de Rosa no ocurrió en el mejor momento, días después de saber que sería madre por tercera ocasión, le informaron que su esposo estaba preso en Acapulco. “A veces, me sentía desesperada, como al cuarto mes me salieron granitos y me sentía muy mal, fui al doctor y me dijeron que era normal, a los ocho meses fue cuando en el ultrasonido salió que el niño tenía una cabecita”, relata.
Semanas después, la mujer de 31 años tuvo a su bebé en un Hospital General, salió de su vientre “todo moradito”, y las enfermeras lo colocaron en una incubadora, luego un doctor le preguntó si durante el embarazo tuvo chikungunya, dengue o zika.
“Les dije que unos tres meses antes de embarazarme tuve chikungunya, con eso llenaron una hoja donde decía que mi bebé tenía microcefalia por el chikun, sólo una pediatra que estaba ahí me dijo que era muy raro que el bebé naciera así por una enfermedad que tuve hace mucho”.
Con su esposo en la cárcel y su bebé con microcefalia, las actividades de Rosa cambiaron. Despierta todos los días a las 6:30 de la mañana, prepara a su hijo para llevarlo a la primaria, va al embarcadero en donde recoge elotes para venderlos.