Mujeres sonideras, la música es como tener un orgasmo
En 1950 el movimiento sonidero nació para convertirse en la resistencia cultural de las clases populares. Ahora las mujeres toman la batuta y luchan contra el machismo para ser aceptadas y reconocidas en ese género
El merengue suena, las luces neón transforman los rostros, iluminan las cabezas engominadas y los zapatos de charol. Entre la vorágine de ajetreos, Marisol Mendoza da vueltas; su silueta pierde el contorno, se difumina con los movimientos de cintura. Ella es una musa sonidera, una aparición que disfruta dejándose engullir por el baile.
Marisol ha destinado cuatro años de su vida a promover el trabajo de las mujeres en el mundo de lo tropical. Es hija de Sonido Duende y dice que no sabe bailar, aunque sus pies demuestran lo contrario. Para ella es importante que la luz haga visible el rostro femenino que también hace danzar a la “banda”.
El escritor Jesús Cruzvillegas, en su libro Pasos sonideros, dice que fue en 1950 cuando esta tradición nació en barrios como Tepito, Lagunilla y Peñón de los Baños.
En aquellos tiempos hacer una fiesta era muy caro, algo casi inalcanzable para un gran sector de la población. Su solución fue lógica: poner aparatos de sonido en las vecindades y disfrutar, olvidar que la fortuna no solía pasearse por aquellas zonas.
El movimiento sonidero se extendió por todo México, convirtiéndose en un lenguaje popular. A estos bailes de candela y sabor se les denominó Tíbirís, por la canción El Tíbiri, tábara, de Daniel Santos.
Además de apoderarse de diferentes superficies, algunas de las características principales de estos guardianes de la cumbia son: representar a un barrio, tener un nombre artístico, un logotipo, hablar y enviar saludos entre las canciones: “¡Un saludo para toda la raza del Peñón de los Baños! Vámonos con esta rola matancera que dice y suuuuuena”.
Bailando cumbia se amanece
Durante la época sesentera la mujer ya figuraba entre las cabinas: Sonido la Changa, de Rubén Rojo, y Sonido la Socia, de Guadalupe Reyes Salazar fueron creados a la par. Ambos precursores cargaron con el peso de abrir camino.
Marisol cuenta: “La Socia hizo muchos bailes, llegó a tocar toda la semana y apareció en discos de acetato, pero no sobresalió por su condición de mujer”.
Según registros realizados por la propia Marisol Mendoza, hay 43 sonideras en México y EU, lo cual representa a menos de 1% de toda la corriente. Creció en el ambiente cumbiambero, fue testigo del apoyo y la participación activa de las esposas o madres de los sonideros. Sin embargo, cuando una chica decidió ser la cabeza de un sonido el respaldo masculino no se vio.
Ella presenció cómo las asistentes también se negaban a bailar si era alguien de su mismo sexo quien ponía las melodías. Eso fue lo que la llevó a formar el colectivo Musas Sonideras, alternativa para dar a conocer las armonías femeniles.
Con su cabello brillante y labios rosados, Abigail Sánchez Puebla, La Reina Rumba, también persiste en el aguante desde su trinchera. Es la primera sonidera transgénero y apenas hace dos años decidió unirse a las filas “pachangueras”. “Cuando toco, yo me excito, me da una adrenalina muy cañón”, declara.
Atravesando por la misma senda, Beatriz Vargas de la Rosa, de Sonido Diversidad, busca poner en alto el nombre de la comunidad LGBTTTI.
Ella es la primera gay que se sumerge en este núcleo Tíbiri Tábara. “Me ha costado el doble de esfuerzo. Luego dicen: ‘¡Ay, esa vieja ni sabe de música!’ Es difícil la aceptación hacia una mujer y también hacia una persona gay”, afirma.
En contraste, Guadalupe Tlacomulco es Lupita La Cigarrita, de Sonido Radio Voz. Ella representa al mágico Tepito y en la infancia aprendió a bailar escuchando a la Sonora Matancera.
Actualmente tiene 60 años, se reconoce como alguien impuntual porque le “vale madres”, y prefiere estar en su casa con sus nietos. Para ella, ser sonidera es como intimar con su pareja: “Cuando yo estoy tocando me pasa lo mismo que a una mujer cachonda, me transformo, siento un orgasmo. El micrófono me besa, la música me acaricia y termino bien empapada”.
Lo único que La Cigarrita lamenta es no haber vislumbrado toda su capacidad: “Si cuando era una niña hubiera sabido que ya había una sonidera, yo me hubiera dedicado a esto desde que estaba señorita”.
Actualmente, las sonideras siguen en pie para que sus logros se vuelquen a la victoria; les queda continuar en la manifestación constante, “a veces ignorando los saludos, para mejor pronunciarnos solidarias con las que sufrieron abuso sexual, acoso, con las familias que perdieron a una musa en manos de la violencia feminicida, de un agresor que sigue libre”, manifiesta la promotora sonidera.
Cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública detallan que de enero a diciembre de 2017 se registraron 671 feminicidios. Por otro lado, de 2012 a 2015 al menos 7 mil 649 mujeres fueron asesinadas, violadas, asfixiadas y golpeadas hasta morir sin ser reconocidas como víctimas de feminicidio. Marisol dice que ella presta su voz en nombre de esas hermanas silenciadas.