Un día después, el titular de la Sedena asumió la responsabilidad y se comprometió a ayudar a los habitantes de Jamiltepec. En dos meses, más de 600 elementos de las Fuerzas Armadas edificaron 15 casas en un total de 797 metros cuadrados.

Primero se acarreó el escombro, se continuó con el trazo y nivelación del terreno, después se excavó y cimentó para poder levantar los muros y echar la loza. Ninguna casa es igual en el predio donde estaban antes.
Paula Montoya presume su casa con dos cuartos amplios, en uno caben tres camas matrimoniales que también fueron un regalo del Ejército; en el otro, hay una cama, un refrigerador y un ventilador.
La mujer de pelo cano no se explica cómo es que el helicóptero haya caído justo en donde la gente se sentía segura: “Fue un accidente, cosas de Dios, nosotros perdimos todo y eso nos salvó de la muerte; Denya perdió a su familia por el helicóptero, quedó sola, pero también la ayudaron con la casa, tiene dónde vivir”.
Los soldados trabajaron muy rápido, dice Paula mientras “tiende” una de sus camas a las que no les ha quitado los plásticos protectores. En esos dos cuartos vivirá en compañía de sus dos hijos y cuatro nietos.
Lo único que quedó fuera de la nueva construcción es la cocina. Trinidad dice que no tienen estufa y usan leña para calentar sus alimentos, no quieren que las paredes blancas se llenen de humo, “está muy bonita, hasta parece lujosa y no la queremos ensuciar”. Agradece que Salvador Cienfuegos haya cumplido su palabra, “dijo que nos ayudaría y en dos meses lo hizo, aquí está nuestro techo”.
A menos de 10 minutos está la casa del carpintero don José Vázquez, él vive con su esposa, dos hijas y dos nietos. El 16 de febrero estaba en el patio con su familia cuando la tierra se movió, todos fueron testigos de cómo su taller, construido de adobe, quedó entre escombros y polvo.
Uno de los cuartos nuevos está destinado a ser el taller de José, espera que le den los últimos toques de pintura para meter la herramienta, sabe perfecto cómo colocará cada cosa y dice estar feliz porque “ahora los temblores nos harán los mandados”.

A unas cuantas casas debajo está la de María Merino, quien 75 años vivió en un cuarto de adobe y ahora ve con orgullo su “casa colorada”.
En el patio cuida el fogón en el que prepara pollo enchilado, mientras destapa la olla para probar el guiso.
Cuenta que ya no tiene motivo para estar triste, después de ver su hogar en ruinas ahora puede presumir hasta de que tiene televisión, misma que le fue entregada por el secretario de la Defensa Nacional, al igual que una cama matrimonial y un ventilador.
“Hace tres días vino y me entregó las llaves, ya no duermo con mi hija, tengo mi cuarto para mí solita, mi cama es lo más cómodo, me siento bien, feliz”, dice antes de cerrar la puerta