"¡Perdón, Dios!" volvió a la boca de las ancianas zapotecas tras sismo de este sábado

Familias juchitecas viven cuatro horas de angustia por recientes réplicas de sismos

Luego del terremoto, un helicóptero sobrevuela el municipio para levantar el reporte preliminar de daños; los niños tratan de llamar su atención. (ROSELIA CHACA. EL UNIVERSAL)
Nación 24/09/2017 10:42 Roselia Chaca Juchitán, Oaxaca Actualizada 13:02

Uno. Dos. Tres rugidos graves sin pausa salieron del fondo de la tierra en un lapso de 15 minutos. El reloj marcaba siete de la mañana con 52 minutos. Era el segundo sismo mayor a los 5.8 grados del sábado. Después siguieron varias réplicas por cuatro horas, unos intensos, otros leves, pero todos precedidos del estruendo.

Nadie se movió en medio de las calles. Las casas que se salvaron del terremoto del 7 de septiembre en esta ocasión no corrieron con la misma suerte, se derrumbaron. Cada sacudida obligaba en automático a la gente, familia o vecinos, a abrazarse, rezar o llorar, a la par, el sollozo de los perros era intenso.

El “¡perdón, Dios!” en zapoteco volvió a la boca de las ancianas una y otra vez. Nadie regresó a sus viviendas. Las cuarteaduras se intensificaron, el riesgo de nuevos derrumbes permaneció toda la mañana.

La noticia de varios colapsos de edificios que se mantuvieron en pie por 17 días inundó las calles. Las autoridades lo confirmaron.

El miedo, el colapso nervioso, la sicosis colectiva, la crisis de angustia era lo que venía después de los rugidos de la tierra por cuatro horas. La tregua llegó después de las 12 del día, los movimientos se hicieron menos intensos y cada dos horas. Los helicópteros surcaban el cielo a baja altura, el gobierno realizaba las supervisiones aéreas.

Las familias comenzaron a organizarse y a crear nuevos campamentos en las calles, la prioridad era el resguardo; otros corrieron a los refugios comunitarios que se mantienen desde hace 17 días en campos, patios y escuelas. Otra vez a empezar de nuevo.

“Esto no es normal. No son temblores normales. La tierra ruge mucho, ruge con furia. Por qué Juchitán”, cuestionaban entre todos los pobladores congregados en la calle, como Aquiles Orozco, vecino de la Octava Sección quien perdió su casa en el primer temblor de la madrugada.

Su hogar de dos plantas fue censando por el gobierno, pero no fue derribado a pesar de la gravedad de los daños, el temblor terminó por hacer el trabajo de la autoridad. Después de varias horas de sacudidas, el cielo comenzó también a tronar, imitaba el rugido de la tierra.

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