Tlalpujahua. El pueblo que vive en la eterna navidad
La comunidad michoacana es reconocida como la cuna de la esfera; alberga 400 talleres que producen 30 millones de piezas
Hace 17 años los productos navideños de procedencia china desplomaron la venta de esferas en México. El golpe apabulló a los artesanos de Tlalpujahua, pero no fue el fin; hoy están de pie, compitiendo en el mercado nacional y, pronto comercializarán —nuevamente— las piezas de cristal soplado en tiendas de Estados Unidos.
El inicio de esta industria, que le dio a Tlalpujahua fama mundial, tuvo su origen en el seno de la familia formada por Joaquín Muñoz y María Elena Ruiz. En la década de los sesentas, la falta de empleo en su estado obligó al matrimonio a migrar a Estados Unidos en busca de un mejor porvenir familiar. En aquel país aprendieron a producir la esfera navideña.
Cuando el matrimonio regresó a su ciudad abrieron el primer taller de esferas, que después se convertiría en la primera fábrica llamada Adornos Navideños. En poco tiempo, la familia llegó a emplear a cerca de mil 500 personas que producían hasta 15 millones de piezas por temporada.
Hoy, en el pueblo hay unos 400 talleres. Entre todos los artesanos producen y comercializan cerca de 30 millones de piezas, por año, en el mercado nacional.
Así, en Tlalpujahua, Pueblo Mágico desde el 2005, 60% de su economía depende de la elaboración y venta de las esferas navideñas, actividad que deja una derrama económica cercana a los 180 millones de pesos entre octubre y diciembre.
Generación tras generación
Hace un año, en Tlalpujahua se construyó la Villa Navideña. Su arquitectura está inspirada en la calle Baviera, de Rothenburg, Alemania, de donde son los primeros artesanos de esferas del mundo.
En el lugar, tres jóvenes estudiantes del Conservatorio de Toluca y adolescentes de secundaria cantan y bailan villancicos a niños y jóvenes al pie de un escenario construido por los hermanos Muñoz Ruiz.
Alfredo Muñoz Ruíz, uno de los hijos de Joaquín y María Elena, admite que es una gran responsabilidad conservar la técnica en la elaboración de las esferas, ya que del legado de sus padres han salido grandes sopladores y decoradoras de esferas.
Como resultado, la tradición y el oficio ha pasado de generación en generación, por lo que todos los artesanos han salido del primer taller que fundaron sus padres. Por eso, dice, cada año acuden a las convenciones internacionales para actualizarse en nuevas tecnologías y diseños de esferas para ofrecer modelos vanguardistas.
Las elegantes piezas de los Muñoz, incluso, han traspasado fronteras y vestido grandes palacios como la Capilla Sixtina de El Vaticano y la Casa Blanca durante la época decembrina.
Hablar de un solo modelo y figura de esfera, o un color es impensable porque Tlalpujahua está vestida de una gama de figuras geométricas y asimétricas de cristal. Se puede encontrar todo tipo de esfera, desde chimborro, chilaca, campanela, campana, centros de mesa, colgantes y demás modelos que van desde los tres hasta los 300 pesos según tamaño y acabado.
Pupilos de don Joaquín
Javier Vidal Ramírez tiene 43 años de edad y ha dedicado 20 de ellos a la elaboración artesanal de la esfera, oficio que aprendió en Adornos Navideños, la fábrica de Joaquín Muñoz.
De su trabajo dependen sus seis hijos, su esposa Lilia Monroy y cuatro trabajadores más. Javier domina muy bien la técnica artesanal, desde el soplado y moldeado, a muy altas temperaturas, hasta el detallado fino del decorado que realiza su esposa.
El hombre cuenta que si podría describir su oficio en unas cuantas palabras sería “el trabajo más bonito del mundo” porque desde pequeño soñaba con saber cómo se hacía una esfera. Dice que le asombra “la forma en la que miles de personas que visitaban al pueblo en época navideña ven y admiran cada esfera”. En su taller, como en todos los demás de Tlalpujahua, se exhibe lo que los artesanos han aprendido a lo largo de tantos años.