Enviado por sandra.lopez en Dom, 04/28/2019 - 19:10
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La mayoría de los hombres se dedica a la construcción o la mendicidad, otros más desempeñan algún oficio en lugares públicos para obtener algunas monedas que les permitan sobrevivir. / FOTOS: CHRISTIAN TORRES. EL UNIVERSAL
28/04/2019 19:10

Christian Torres

En un barrio de la periferia de Ciudad Juárez, Chihuahua, lejos de su tierra nativa, unas 150 familias rarámuris —conocidas comúnmente como tarahumaras—, luchan por sobrevivir conservando sus raíces ancestrales.

Hace unos 23 años dejaron la Sierra Tarahumara para ir en busca de servicios, debido a que la fuerte sequía y después las heladas terminaron con sus cultivos y animales.

En esta ciudad fronteriza fundaron la colonia Tarahumara, cambiaron sus casas en los altos cerros escarpados y profundos desfiladeros por humildes viviendas, construidas en su mayoría, con bloques de cemento, adobe y láminas, así como vallas hechas de palés de madera.

La mayoría de los hombres se dedica a la construcción o mendicidad, mientras las mujeres, ataviadas con faldas coloridas, cuidan de los hijos.

En la lucha por mantener sus creencias religiosas, en fechas como Semana Santa danzan para orar y mantener su espiritualidad; bailan en honor a sus muertos y para agradecer bendiciones o alejar los maleficios, así como para evitar las enfermedades, el sufrimiento y la tragedia.

Se busca que sean los jóvenes y niños quienes aprendan las tradiciones, para que éstas no se pierdan.

En Ciudad Juárez, con sus 1.5 millones de habitantes según datos del Inegi, los rarámuris —palabra que en su idioma significa “corredores a pie”,— son una minoría, que todavía resiente la discriminación de sus vecinos, en esta urbe industrializada.

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Como parte del Encuentro Nacional de Juegos Autóctonos, niñas y niños rarámuris demostraron su talento para las carreras de bola y arihueta