Se niegan en Las Sedas a olvidar las huellas del tren

Es la única estación que se conserva casi en su estado original; ex trabajador, de 74 años, funge como guardián del acervo

Eleazar y otros ex empleados han aportado objetos y libros que forman parte de la historia de la comunidad y de es medio de transporte y carga. Fotos: Mario Arturo Martínez
Especiales 21/06/2018 17:00 Christian Jiménez Telixtlahuaca, Oaxaca Actualizada 17:02

El tiempo no desvanece la memoria de Eleazar Cordero Bravo, quien a sus 74 años recuerda el día en el que inició su servicio como jefe de estación en Las Sedas, la quinta parada que hacía el tren que partía de la ciudad de Oaxaca.

Se jubiló hace 18 años, cuando cumplió 36 de servicio en el Ferrocarril Mexicano del Sur, y desde entonces ha dedicado su tiempo a la preservación de la memoria de la estación del lugar donde nació. Aunque  la locomotora ya no suena,  desde 2005 Eleazar ve pasar la vida   desde las ventanas de la estación, a donde decidió mudarse, dejando a su familia en la capital.  Ahí se dedica a la  preservación del inmueble que fungió como oficina,  donde aún conserva su antiguo telégrafo y algunas fotografías de sus años como empleado del tren.

“Había pensado en tener un recuerdo del ferrocarril, del departamento donde trabajé por más de 15 años (...) A través del tiempo he ido reuniendo una serie de cosas de aquel entonces”, destaca.

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Fue en 1999 cuando la gente vio pasar por última vez al gigante de acero  por Las Sedas,  que transportaba mercancía hacia Oaxaca. La estación quedó vacía, pues la empresa limpió cada oficina.

A la labor de Eleazar de preservar la memoria ferrocarrilera se han sumado otros ex empleados, quienes han aportado objetos y libros que forman parte de la historia de la comunidad y de ese  medio de  transporte y carga.

Un lugar importante

Desde pequeño Eleazar supo que quería dedicar su vida al  ferrocarril, por ello a los 16 años inició su preparación para emplearse como telegrafista y a los 18 obtuvo su primer empleo. Años más tarde,  lo ascendieron a  jefe de estación.

“Además de mi papá, mi hermano y muchos otros miembros de la familia se dedicaron a trabajar en el ferrocarril. Desde mi bisabuela, quien era originaria de Tehuacán [Puebla] y se mudó a Oaxaca cuando empezaron los trabajos”, señala. Eleazar recuerda  que su jornada empezaba a las 06:30   y culminaba a las 17:30 horas, por lo que era común que  quienes  estaban al frente de una  estación habitaran  un pequeño departamento  en el interior de las oficinas.

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Chay,  como le dicen sus ex compañeros, llevaba la contabilidad y se encargaba del control de la  venta de boletos. El viaje  a Oaxaca llegó a costar 7.50 pesos.

 Como él, en Las Sedas gran parte de los habitantes  vivían del ferrocarril, trabajaban en el departamento administrativo o el de transporte. Además, a las afueras de la estación se encontraba el sitio de carga de una mina de carbón, lo que le sumaba importancia al lugar.

 También vivían peones de vía que  se dedicaban a reparar los tramos que recorrían los trenes, dicho   trabajo era el  de mayor riesgo.

“Aquí, el ferrocarril fue muy importante. Estamos en la cumbre, donde se concentraba el movimiento de los trenes y donde daban vuelta hacia El Parián o hacia Oaxaca”, acota Chay. 

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Por esa razón, dice,  aquí sucedieron choques de trenes, descarrilamientos y  volcaduras de vagones que dejaron pérdidas humanas y lesionados. Por ello, el declive del ferrocarril dejó a miles de familias sin  medio de transporte y a muchas otras sin forma de subsistir. Tras la última corrida del tren, los habitantes de la ruta ferrocarrilera volvieron a laborar en el campo  o se dedicaron a la construcción.

Preservar la memoria

De acuerdo con la asociación Amigos del Ferrocarril, integrada por ex trabajadores de la industria, la estación de Las Sedas es la única que se conserva casi en su estado original. El pequeño inmueble está situado frente a las vías oxidadas. Su fachada de cantera luce entera, pero  tras su abandono el edificio fue presa del vandalismo y el grafiti se  resiste a borrarse.

Pese a ello, los cuidados de limpieza, mantenimiento y repintado del interior, que Eleazar realiza, le permiten ser parte del patrimonio tangible de la historia de Oaxaca.

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“Para mí, significa mucha alegría porque después de tantos años de trabajo se acostumbra uno a vivir en lo relacionado al ferrocarril, nos apasiona. Prueba de ello es que pudiendo estar de tiempo completo con mi familia, estoy aquí”, resalta.

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