Crónica. ¿Quién se murió aquí? ¿Por qué hay veladoras?
El zócalo de Oaxaca fue escenario de muerte este lunes
Ya pasa de las tres de la tarde. En el zócalo de la capital de Oaxaca, las imágenes contrastan. La vida y la muerte, juntas. Y separadas, distantes. Una veladora encendida, otra apagada.
En la tierra suelta de la jardinera del lado oeste, quedó un pequeño monedero, de palma; Nochebuenas marchitas, aplastadas, como la vida que ahí cayó. Una veladora apagada.
Apenas a unos metros, el ruido incesante. Ambulantes, muchos vendedores ambulantes que ofrecen magia y color, ilusiones baratas. Restaurantes llenos, bullicio y felicidad de la época navideña.
“¿Qué hubo aquí? ¿Por qué las veladores? ¿Alguien se murió? ¿Saben?”. Nadie sabe. No tan lejos el bullicio. Nadie sabe; nadie supo; todos lo ignoran. La vida sigue. En la cantera que rodea la jardinera, la gente se refresca, toma un helado, platica. Platica e ignora.
No se sabe bien a bien a qué hora falleció la mujer. Indigente, dicen unos. A eso ocho y media de la mañana se difundieron las primeras imágenes.
Bocabajo, sobre cartones; un brazo arriba, el otro a un lado; prenda íntima a las piernas; una cobija naranja a un lado, un hule rojo también. Algunas huellas de violencia. Un vaso de unicel cerca de la cabecera; flores de Nochebuena aplastadas. Dicen que se llamó Mónica. Dicen que tenía parientes en Santa Lucía del Camino.
En una jardinera quedaron los restos de las pertenencias de la mujer que murió este lunes en el zócalo de la ciudad de #Oaxaca; hasta ahora las autoridades no han informado las causas del deceso. #Video @May_Garcia_M pic.twitter.com/jhfFV3q27H
— El Universal Oaxaca (@ElUniversalOax) 18 de diciembre de 2018
“Falleció por hipotermia”. “Fue violada por los teporochos”. “No aguantó el frío”. “Se broncoaspiró”. Las conjeturas de todo, de información oficial nada; abundan los celulares que guardan la imagen, en video o en foto; capturan la tragedia. Después de las nueve llega una ambulancia de Bomberos, más tarde peritos de la Fiscalía General.
Pareciera la prisa por llevarse un bulto incómodo. No pasa de las diez y ya no hay vestigios. Retiran la cinta amarilla de acordonamiento.
Pasan las horas. La vida vuelve a la normalidad. Alguien recoge algunas pertenencias, las amontona sobre la fría piedra del piso: una chancla vieja, una veladora encendida, una moneda de dos pesos. Algunas ropas, la cobija. Todo cubierto por un cartón. Como cubierta quedó la muerte.
Una veladora encendida la otra apagada; a un lado el jolgorio, el paseo, las prisas; a otro lado, la vida que se fue. Aquella que a nadie importa. Porque era mujer. Porque era indigente. Porque no tiene nombre. Porque no tiene apellido.
Cae la tarde. La otra veladora se apaga. La compasión también.