Caos. Intervenciones fallidas de Estados Unidos

Conflictos internos y regionales en países de Medio Oriente y África se agravan tras las operaciones de esa nación y sus aliados.

Integrantes del gobierno libio reconocido a nivel internacional se enfrentaron el pasado sábado contra fuerzas opositoras del general Jalifa Haftar, en Trípoli. REUTERS
Nación 22/04/2019 20:00 Actualizada 20:02

Gabriel Moyssen

Somalia, Afganistán, Irak, Siria, Yemen y Libia son seis países de mayoría islámica que también comparten en su historia reciente ser el escenario de intervenciones militares directas o indirectas de Estados Unidos y sus aliados, que lejos de mejorar su situación, la agravaron al costo de millones de víctimas.

La escalada bélica en Libia de las últimas dos semanas ha puesto el tema sobre la mesa otra vez, porque Naciones Unidas y organismos humanitarios advirtieron que los intentos del general Jalifa Haftar para ocupar Trípoli pueden desembocar en la destrucción de la capital del país magrebí, que hace sólo ocho años se consideraba como el más avanzado de África. A continuación, EL UNIVERSAL presenta un resumen de las condiciones en que se encuentran las naciones citadas:

Somalia: sinónimo del “Estado fallido” en el lenguaje diplomático, fue durante la Guerra Fría un aliado de Washington en el Cuerno de África y el Golfo de Adén (frente a Yemen), que separan con el Mar Rojo al continente de la península arábiga.

Desde 1969 el mayor general Mohamed Siad Barre gobernó por encima de las diferencias tribales y enfrentó con éxito a la Etiopía comunista en 1977 por la región del Ogaden, hasta que 20 mil tropas cubanas y miles de asesores soviéticos ayudaron a derrotarlo.

En los siguientes años, la pobreza y hasta la escasez de khat, la popular planta estimulante para mascar que se importaba de Kenia, alimentaron a la oposición, que derrocó a Siad Barre con apoyo de Etiopía y Libia. La guerra civil, la sequía y la hambruna propiciaron que Naciones Unidas (ONU) autorizara una intervención encabezada por Estados Unidos, que perdió 18 hombres en la batalla por Mogadiscio y decidió retirarse en 1994.

Bajo dominio de la Unión de Cortes Islámicas, Somalia fue blanco de una invasión etíope respaldada por EU en 2006 que devastó Mogadiscio. Las negociaciones llevaron en 2012 a un gobierno federal, pero la lucha con grupos extremistas como Al-Shabaab persiste al igual que los ataques estadounidenses con drones, que ya liquidaron a Abdulhakim Dhuqub, jefe del Estado Islámico (EI) en el país.

Afganistán: la invasión soviética de 1979 fue combatida por caciques regionales y guerrillas musulmanas armadas por Estados Unidos, Arabia Saudita y Paquistán, que transformaron al indómito país asiático en el “Vietnam de Moscú”.

No obstante, la disputa por el poder sólo se detuvo con el triunfo del movimiento Talibán, aliado de la red Al-Qaeda, del saudita Osama bin Laden, que impuso un régimen inspirado en la sharia o ley islámica.

Los atentados de Al-Qaeda en Nueva York y Washington de 2001, que mataron a más de 3 mil personas, fueron respondidos con la invasión de Afganistán, donde hoy permanecen las tropas estadounidenses en lo que es ya la guerra más larga en su historia.

Afganistán es el mayor productor mundial de amapola, el Talibán controla casi la mitad del territorio y el Estado Islámico se ha implantado. Junto a Estados Unidos, el presidente Ashraf Ghani negocia con el Talibán, pero sin la presencia de 14 mil soldados del Pentágono y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la caída de su gobierno sería cuestión de días. Esta semana EUreconoció la muerte de tres de sus efectivos en un atentado cerca de su principal base, en Kabul. Al ocupar Afganistán, sin embargo, Washington posee un importante bastión, vecino de China, Rusia e Irán.

Irak: la antigua Mesopotamia fue un aliado clave de Estados Unidos para frenar a Irán después de la victoria de la revolución islámica en Teherán en 1979. Al concluir la guerra entre los dos rivales del golfo Pérsico, las ambiciones del presidente Saddam Hussein continuaron al ocupar Kuwait, pero ese fue el detonante de la primera intervención estadounidense, que en el marco del fin de la URSS, proclamó ahí el “nuevo orden mundial” (1991).

Sujeto a duras sanciones aprobadas por la ONU, que dieron lugar al escándalo del programa “Petróleo por Alimentos”, Irak resistió hasta que el presidente George W. Bush, de Estados Unidos, Reino Unido, España, Italia y Australia lo acusaron de apoyar a Al-Qaeda en los atentados de 2001 en la Unión Americana, además de ocultar “armas de exterminio masivo”.

Se trató de un pretexto para derrocar a Hu-ssein y apoderarse de una de las mayores reservas petroleras del mundo, lo que generó un cisma en la OTAN por el rechazo de Francia y Alemania a respaldar la invasión de 2003 en la que de 500 mil a un millón de iraquíes perecieron y una guerra sectaria se desató entre sunitas y chiítas. Las fuerzas estadounidenses se retiraron en 2011 y después la guerra civil siria se propagó a Irak, donde cobró enorme poder el Estado Islámico, expulsado de Mosul en 2016 al precio de cientos de miles de víctimas y la destrucción de la segunda ciudad del país. Las demandas separatistas de los kurdos prosiguen y contrario a lo que EU y Arabia Saudita buscaban, la influencia iraní aumentó en Bagdad, que es también un importante aliado de Siria.

Siria: para lograr la desarticulación del Eje de la Resistencia (Irán, Siria, Hezbolá, de Líbano, y Hamas, en Gaza), Estados Unidos, Arabia Saudita, Qatar, Turquía e Israel aprovecharon la llamada Primavera Árabe, a fin de impulsar la rebelión contra el presidente Bashar al-Assad, heredero de una dinastía que gobierna en Damasco desde 1971.

El conflicto atrajo a miles de extremistas islámicos, mientras que EU y la OTAN quedaron al borde de atacar al país por el presunto uso de armamento químico contra civiles. La intervención rusa en 2015 salvó a Al-Assad y es que Siria es crucial: ahí se halla la única base naval del Kremlin en el Mediterráneo, la minoría kurda trata de crear en el norte su propio Estado, lo que es inaceptable para Turquía, preocupada por un levantamiento kurdo en su territorio, y Washing-ton reconoció en marzo la anexión israelí de los Altos del Golán.

Yemen: también en el contexto de la Primavera Árabe, el dictador Alí Abdalá Saleh cayó para dejar en su lugar lo que se ha convertido en la peor catástrofe humanitaria del orbe, con guerra, hambruna y una epidemia de cólera que han causado más de 150 mil muertos desde 2015.

Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos invadieron Yemen para sostener al nuevo presidente Abdrabbuh Mansur Hadi al frente de una coalición formada por Sudán, Bahréin, Senegal, Marruecos, Al-Qaeda y mercenarios de EU, Europa, Colombia e incluso México, según reportes locales, que pese a su superioridad numérica y material no consigue aplastar a los hutíes, una secta chiíta que recibiría ayuda de Irán y del Hezbolá. Un aspecto clave es la ofensiva aérea masiva de los sauditas y emiratíes, culpable de innumerables bajas civiles. Sus cazabombarderos son reabastecidos por aviones cisterna de EU, donde el Congreso se pronunció este mes por terminar el apoyo militar para Riad en Yemen, aunque el presidente Donald Trump, quien aprobó la venta de tecnología nuclear a los sauditas, vetó la iniciativa.

Esta semana, informes filtrados de la inteligencia militar francesa confirmaron que la alianza saudita, notable por su incompetencia, depende del armamento exportado por la OTAN. Washington, Gran Bretaña y Francia también colaboran en la selección de objetivos y han desplegado fuerzas especiales en el martirizado país.

Libia: ejemplo clásico del “cambio de régimen” que culminó en fracaso, el país nor-africano tuvo estabilidad y un desarrollo bajo el gobierno autoritario del coronel Muammar Gaddafi desde 1969 gracias al elevado precio de su petróleo dulce ligero, de alta calidad.

En pos del liderazgo regional, Gaddafi se embarcó en aventuras militares fallidas en Chad y otras naciones, además de chocar con la Marina estadounidense en los años ochenta. Luego de la Guerra Fría, renunció a sus programas bélicos para acercarse a Occidente, pero la Primavera Árabe no lo perdonó. La OTAN lanzó una campaña aérea que permitió a los rebeldes derrocarlo; en 2011 el autor del Libro Verde fue asesinado después de su captura, y la guerra civil, a continuación, agudizó la injerencia extranjera, así como la crisis de migrantes que intentan llegar a Europa.

El débil gobierno de Fayez al-Sarraj, reconocido por la ONU, vive sus horas más difíciles ante el avance hacia Trípoli del proclamado Ejército Nacional Libio del general Jalifa Haftar, que controla Bengasi, la segunda ciudad del país, y tiene el respaldo de Arabia Saudita, Rusia y Francia. 

 

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