Oaxaqueños resisten pandemia en la CDMX
Migraron a la capital del país por mejores condiciones de vida, y ahora temen por sus empleos
Ciudad de México—. Mientras decenas de personas entran y salen con víveres de las dos grandes tiendas departamentales que tienen como vecinas, Luciano Uriel, José Uriel y Uriel se mantienen de pie. Ante la pandemia por el Covid-19, su lucha no es sólo cuidar de su salud, sino sobre todo sostener el negocio familiar que desde hace 20 años fundó su padre, tras haber migrado de la Heroica Ciudad de Tlaxiaco a la capital del país, en busca de mejores oportunidades.
De forma casi religiosa y durante estas dos últimas décadas, la familia se ha encargado de montar a diario su puesto sobre ruedas en la avenida Acoxpa, al sur de la Ciudad de México, en una zona que se encuentra rodeada de hospitales y centros comerciales.
Sin embargo, señala Luciano Uriel, desde hace dos semanas las ventas han bajado considerablemente, primero porque las escuelas fueron cerradas como medida preventiva ante el coronavirus, y después, porque con el paso de los días muchos de sus clientes perdieron sus trabajos.
“La gente viene y nos dice que la situación está difícil. Algunos están trabajando desde sus casas, pero otros, de plano, tuvieron que cerrar sus negocios o quedarse sin trabajo. Incluso, nuestros clientes que tienen restaurantes nos platican que ya no les quedó de otra que parar”, afirma.
De acuerdo con el último censo poblacional, realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en 2010, de cada 100 personas que migran a la Ciudad de México al menos seis provienen de Oaxaca. La mayoría dejan sus comunidades en busca de mejores oportunidades de empleo, salud y educación, pero ahora todo se ha descontrolado.
“A varios de mis compañeros en otras zonas ya no los están dejando trabajar, sobre todo en zonas como la colonia Roma, tienen como 15 días que ellos no están laborando, no sé cómo le están haciendo con sus gatos. Nosotros estamos trabajando bajo inspección de salubridad, tenemos acá gel antibacterial y cubrebocas. Le estamos echando ganas hasta que nos digan que ya no nos pongamos”, platica Luciano Uriel.
Foto: Alicia Pereda
Por este negocio, donde lo mismo se venden quesillo y marquesotes, que mezcal y tejate —explican los hermanos—, se obtienen ingresos para el sustento de cinco personas: ellos y sus padres, quienes por cuestiones de salud ya no laboran en el día a día.
“Mi mamá está muy asustada con lo del coronavirus, se pone a rezar por nosotros y nos dice que nos cuidemos, a nosotros y nuestros clientes, cuando vengamos a trabajar. Mi papá, en cambio, es un poco más incrédulo, piensa que hasta no ver no creer”, señala Uriel, el hermano menor.
Mientras pasa la contingencia, los Urieles aseguran que se preparan para seguir obteniendo el sustento de su familia, sobre todo, comprando lo justo sin endeudarse y previniendo aumento en los precios de sus insumos.
“Tenemos la experiencia de la contingencia por la influeza AH1N1. Entoces, el quesillo costaba 70 pesos el kilo y nos lo llegaron a subir hasta 100 pesos, lo que nos preocupa es que esa alerta duró entre 15 días y un mes, pero al parecer esta va para largo”, dice Luciano Uriel.
Lo construido por una década
A unos 18 kilómetros de distancia la situación no es mejor. También en la Ciudad de México, pero en la llamada Zona Rosa, el restaurante de comida oaxaqueña Real del Barro ha tenido que cerrar sus puertas ante la contigencia por la pandemia de coronavirus, tras una década de ofrecer sus servicios de forma ininterrumpida.
“Ahorita hay que tener mensajes positivos, acatar las recomendaciones y hacer pequeños sacrificios para que todo pase más rápido por nuestro país”, dice Rafael Saavedra, dueño de este espacio de comida gourmet, cuyo padre migró hace años de la ciudad de Oaxaca a la capital del país para obtener mejores oportunidades de empleo.
Con 10 años de existencia, este negocio familiar es no sólo el sustento de los Saavedra, sino de otras 15 personas más que laboran en el restaurante, entre meseros, cocineros y capitán. Ahora entre todos han tenido que apoyarse para poder salir adelante semana con semana.
El problema, señala Rafael, es que al ubicarse en una zona turística y de oficinas, tampoco fue rentable continuar abriendo y ofrecer entregas a domicilio. Ya que las medidas de prevención sanitaria han sido claras sobre quedarse en casa, esta sección de la Ciudad de México se quedó sin gente en sus frecuentadas calles.
“Con esta contingencia el largo plazo se ha vuelto una semana (...) cuando todo empezó, primero notamos que la clientela disminuyó, aunque tomamos acciones como distanciar las mesas y poner gel antibacteral, al final decidimos suspender actividades, por el bien de nuestros trabajadores y de los clientes”, narra Rafael, tras recordar que su padre nació en la calle Porfirio Díaz del centro de la ciudad de Oaxaca.
Esta semana, la confederación de cámaras nacionales de Comercio, Servicios y Turismo (Concanaco Servytur) señaló que, debido a la pandemia por el nuevo coronavirus, al menos entre el 17 y 31 de marzo, las empresas de comercio, servicios y turismo registraron pérdidas por más de 243 mil 537 millones de pesos.
En un comunicado, la Concanaco Servytur dijo que hasta el martes se reportaba el cierre de 65% de los comercios en todo el país.
“La solución es echarnos la mano. Ahorita, tratamos de apoyar en la medida de lo posible a nuestros trabajadores, a la par también nos han apoyado los bancos y hasta el casero. Sólo juntos saldremos adelante”, sentencia Saavedra, hombre de raíces oaxaqueñas que sueña en la capital del país.