Por lluvias tardías, cambian cempasúchil por nopales y cebollas en el Istmo de Oaxaca
Producto de la herencia familiar, Casimiro aprendió a cultivar este opuntia que, de acuerdo con investigaciones, posee propiedades gastronómicas y medicinales
Juchitán.— Conocedor de los surcos y del ciclo del agua, y con más de 40 años curtido en la producción del campo, Casimiro Zamora decidió este año olvidar el cempasúchil y apostó por la siembra de cebollas, cilantro y nopales, al prever que las lluvias de julio se retrasarían y no permitirían una buena cosecha de flores para fines de octubre, en los días que se celebra a los muertos.
A unos 300 metros sobre el costado norte de la carretera Transístmica, de Juchitán a Tehuantepec, se localizan las seis hectáreas de Casimiro, desde donde se aprecia cómo la tardía lluvia quemó el poco cempasúchil. “Tendremos pocas flores y de mala calidad por el exceso de aguas. Por eso aposté por las cebollas y nopales”, dice.
Producto de la herencia familiar, este campesino valora desde su niñez la importancia del nopal en los alimentos y aprendió a cultivar esta opuntia que, de acuerdo con investigaciones científicas, posee propiedades gastronómicas y medicinales. “Retomé con mayor fuerza la siembra del nopal porque se da todo el año”, explica Casimiro.
En los terrenos del barrio Vixhana de Tehuantepec, en los que las familias siembran flores de temporada, como cresta de gallo y cempasúchil, para la tradición conocida en zapoteco como Xandú, con las que ornamentan los altares para recibir la visita de los difuntos, también sobresalen las pequeñas hojas color verde tierno de la cebolla, que asoman desde el surco.
“Para el 28 y 29 de diciembre estaremos cosechando las cebollas que venderemos, según el tamaño, entre cinco y 10 pesos por pieza”, adelanta alegre y lleno de optimismo Casimiro, quien explica que este año sembró una hectárea y media en surcos de unos 100 metros de largo. “Los almácigos de la cebolla en edad pequeña para resembrar los compramos en la ciudad de Oaxaca”, añade.
En el caso de los nopales, comenta, la decisión de sembrarlos fue la misma de todos los campesinos de la zona, “para sobrevivir”. De aquí, dice señalando al horizonte cubierto de una cortina verde casi a ras de tierra, se cosechan cada tres meses hasta 150 kilogramos de nopales, sembrados en una hectárea y media. “Los vendemos en los pueblos vecinos y da para comer”, señala con orgullo.
A bordo de una camioneta de su propiedad, cubierta de nopales, Casimiro va a Tehuantepec, a Salina Cruz y a Juchitán, las ciudades en las que las personas conocen la frescura de su cosecha. Regresa, señala, alegre porque gana para su sustento y para que cuente con los recursos y vuelva abrir la tierra en la siembra de más nopales.
Con la cebolla y el cilantro, explica, es más difícil porque hay que juntar más de dinero para ir a la ciudad de Oaxaca, comprar los almácigos y esperar que al momento de la resiembra y cultivo no se presenten complicaciones como plagas.
“Vamos a seguir apostandopor cultivos que conocemos, al igual que la flor de muerto, pero para este año no habrá mucha y la que se corte en la zona, será de mala calidad, afectada por el exceso de lluvias que, además, llegaron tarde”, lamenta.
“Lo malo es que no hay apoyos en caso de que el cempasúchil se eche a perder. ¿Quién nos pagará la semilla? Por eso seguiremos apostando por la cebolla, el nopal y el cilantro. Tenemos que sobrevivir”.
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