Evidencias
El presidente critica las prácticas que él mismo reproduce en la cara de todos
López Obrador lleva todo el sexenio despotricando contra el Poder Judicial y la Suprema Corte. Denuncia que, en el pasado, los ministros estaban sometidos al presidente y formaban parte de la mafia partidista que los postulaba. Su candidata, Claudia Sheinbaum, toca la misma partitura.
Hasta hoy, los casos más diáfanamente probados de este corrupto comportamiento han sido paradójicamente en este sexenio y se deben al propio López Obrador. El detallado expediente contra el expresidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar, exuda un entreguismo al primer mandatario, un sometimiento del que no existía antes mejor registro. Su salto de la Presidencia de la Suprema Corte a la campaña de Claudia Sheinbaum constituye un descaro del que tampoco había registro previo. Zaldívar es hoy vocero de la campaña presidencial oficialista y ha asumido el rol de mariscal de campo de la guerra contra la independencia y la autonomía del Poder Judicial… que solía encabezar.
Tampoco existía mejor registro de un militante de partido en la Corte que el de Lenia Batres. La desvergüenza con la que llegó y se conduce —sólo le falta la toga color guinda Morena— desdibuja a los priistas y panistas que han estado en la misma sala. Por no hablar de los varios episodios de desconocimiento jurídico en los que ha quedado exhibida en su corta gestión. Tan penosos, que han hecho olvidar que a su lado, como parte de la bancada obradorista en el Poder Judicial, está sentada la ministra que plagió su tesis… y sigue tan campante. Si de conflictos de interés y pago de favores se trata, ahí está Yasmín Esquivel, esposa del constructor favorito del presidente de México.
El presidente de México no escapa a su propio juicio sobre el Poder Judicial. En la lógica de la mañanera, los juicios sumarios no aplican contra el que los emite.
¿Hay algún registro más nítido de enriquecimiento inexplicable que la sucesiva aparición de casas, departamentos y propiedades de lujo de Rocío Nahle, quien se supone que era la custodia de la más noble bandera del obradorato: devolver el petróleo a los mexicanos? En la categoría de impunidad para los corruptos, ¿quién le gana al director de Segalmex, que sigue trabajando en el gobierno con un fraude de 15 mil millones de pesos a cuestas? ¿Una muestra más clara de adulación de los medios de comunicación al presidente en turno que los vergonzosos episodios que hemos atestiguado este sexenio en la mañanera? ¿Algún familiar de algún presidente anterior ha sido descubierto en un negocio más grande que los que han armado los hijos de AMLO con sus primos y sus íntimos amigos?
Sorprende el cinismo con el que el presidente puede criticar con calificativos atroces las prácticas que él mismo reproduce en la cara de todos. Sorprende más su asombrosa capacidad para salirse con la suya. Pero claro, son tiempos de río revuelto. A este presidente, que le importa tanto el juicio de la Historia, le espera una sabrosa condena, una vez que las aguas se asienten y su mandato se evalúe con perspectiva.