Opinión

Nadar en el conflicto

Marcela Gómez Zalce

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El presidente hace tiempo que como jefe de Estado implementa una estrategia para escalar conflictos, especialmente en su área de expertise que es en el ámbito político. Muy a menudo, como el líder populista que es, crea y/o amplifica conflictos como una forma de movilizar a su base y ganar apoyo en los asuntos de su interés y en los cuales percibe que ha perdido el control. Hace uso del distintivo “ellos” contra “nosotros” como retórica divisiva para establecer una distinción entre el pueblo (bueno y sabio) y las élites. Al crearla ha intensificado el conflicto al señalar a un grupo o individuo como el enemigo o problema.</p>

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El pleito latente alrededor de la SCJN está exacerbando las tensiones existentes en la sociedad donde la polarización anida siendo punta de lanza la conferencia mañanera.</p>

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Su estrategia de movilizar a su rebaño moreno rabioso y radicalizado en torno a su cosmovisión y causa, está agravando el (mal)ánimo entre dos poderes.</p>

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La simplificación presidencial de los problemas complejos echando culpas y presentándose como víctima —ahí está el botón de la ola de violencia y el desastre en materia de seguridad—, tiene eco entre sus fieles que a tambor batiente desencadenan sus aldeanos instintos. Utilizando la táctica emocional, anima a que se dé rienda suelta a una poderosa herramienta de motivación aumentando la hostilidad y la desconfianza, escalando con ello el conflicto.</p>

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El embate contra el Poder Judicial no llegará a buen puerto y sin duda, dejará una estela de agravios. Su persistencia para deslegitimar instituciones argumentando que hay corrupción —eso sí, sin voltear a ver los excesos de los de casa— y que no representan los intereses del pueblo puede provocar una onda expansiva de inestabilidad justo en la coyuntura de la cruenta lucha interna por el poder.</p>

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El escalamiento presidencial del conflicto se da en diversos ámbitos donde la bola de nieve crece con cada golpe desde el micrófono mañanero.</p>

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El ambiente enrarecido y violento se percibe cuando el conflicto se intensifica y se toman posturas cada vez más extremas y distantes, ejemplo de ello fue la movilización ciudadana para exigir un alto a la agresión contra la presidenta de la Suprema Corte, la ministra Norma Piña, quien ha delimitado una frontera con el Ejecutivo, y con ello desencadenado la ira por la nula sumisión al dedito acusador de “golpes de Estado técnicos”.</p>

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¿Acaso López Obrador prepara el terreno que sustente el proceso progresivo del conflicto que entra en una nueva etapa pasando los comicios de este domingo en el Estado de México y Coahuila?</p>

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Seguir elevando las apuestas aumenta el riesgo de una escalada aún mayor, de tensiones adicionales y riesgos en esferas estratégicas en una coyuntura político social que hierve en los sótanos, donde además hay situaciones potencialmente peligrosas.</p>

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La volatilidad de la sucesión adelantada y una incertidumbre que flota en el ambiente moreno ha sembrado semillas en la esfera del poder. Esas que germinan con las mentiras y el discurso de odio propagándose sin control. La sistemática desinformación y la construcción del conflicto lanzados desde el palacio están conduciendo al fanatismo obradorista a una comprensión distorsionada de la realidad, y los efectos de esto cuando la realidad —que llega tarde o temprano— lo golpee, implicará un alto costo social que aún es de pronóstico reservado.</p>

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