Opinión

Trump y el lobo

Valeria Moy

Estados Unidos y Colombia tienen un tratado comercial desde 2012. En su momento, como sucede con cualquier acuerdo similar, el objetivo era otorgar mayor acceso a los bienes de ambos países a los consumidores. Actualmente, el principal socio comercial de Colombia es Estados Unidos y el bien que más se negocia entre ambos es el petróleo. El mercado estadounidense, de más 330 millones de personas, ha resultado demasiado atractivo para ciertas industrias colombianas como la del café o la de las flores.

Arancel es la palabra favorita del presidente de Estados Unidos, así lo ha dicho. La imposición de tarifas se se ha vuelto su principal amenaza. Dejen de mandar migrantes o pongo aranceles. Resuelvan los temas de seguridad o todos los bienes que manden a Estados Unidos estarán sujetos a impuestos. Reciban a quienes les envíe de vuelta a sus países —bajo las condiciones que unilateralmente se decidan— o el comercio se detendrá. Trump amenaza con el lobo a la menor provocación.

Poco importa la existencia de acuerdos previos o de reglas internacionales, la amenaza arancelaria estará ahí. Ante la negativa de Colombia de recibir dos aviones provenientes de Estados Unidos con migrantes colombianos —lo cual ya nos debería de llevar a otro tipo de reflexión— Trump avisó que el lobo acecha. Impondría aranceles de 25% a todo bien proveniente de ese país y los aumentaría a 50% en los siguientes días. Colombia subió el tono amenazando con hacer lo mismo. Pero pronto quedó claro que el juego no era simétrico. A las pocas horas, el presidente colombiano aceptó no solo recibir a los migrantes, sino ofreció amablemente el avión presidencial para ir a recogerlos. Los aranceles se suspendieron y el lobo no llegó.

El comercio entre Estados Unidos y México representa cerca de 22 veces lo que se negocia entre los protagonistas de la disputa del fin de semana. Los bienes que se intercambian al amparo del TMEC tienen una mayor complejidad. Esa complejidad, en sí, debería representar una ventaja para México en un escenario de potenciales aranceles justificados bajo el argumento de seguridad nacional.

La integración es tal que un arancel general a bienes producidos en México suena poco probable. Trump se ha encargado de mezclar agendas, siempre lo ha hecho. Comercio y fentanilo. Seguridad y comercio. Migración, seguridad y comercio. Al hacerlo, ha mantenido la asimestría del juego.

Se usarán los aranceles como amenaza continuamente. El tratado servirá de poco como protección ante su impacto. La escala es distinta, pero lo sucedido el fin de semana sirve para ver con más claridad cómo será el segundo mandato de Trump. México —la presidenta, el equipo negociador, la diplomacia, los empresarios— deberán distinguir el ruido de lo real y estar listos para distintos escenarios.

No hay que cometer el error de pensar que, al no haberle impuesto aranceles a Colombia, la amenaza será hueca. Habrá negociaciones y habrá aranceles. Quién sabe en qué orden. Podrán imponerse al aluminio, al acero, al cobre, a los aguacates, a las moras… a cualquier bien, en realidad. México tendría que saber ya, tan pronto como ayer, cómo va a responder.

Al final del cuento, el lobo llega y se come a las ovejas. El impacto para Colombia de la imposición de aranceles habría sido devastador, en palabras de la presidenta de la AmCham colombiana. No queremos que llegue el lobo, pero habrá que estar listos por si se aparece.

@ValeriaMoy

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