Más de 40 niños recorren sorprendidos los campos vestidos de un intenso color rojo que se distribuyen a lo largo de la carretera que atraviesa esta comunidad de los Valles Centrales y que están listos para el corte de flores de terciopelo y cempasúchil, las protagonistas de las fiestas a la muerte en esta época del año.

Se trata de alumnos de tercer grado en la escuela primaria Revolución, quienes por iniciativa de sus maestros caminaron más de una hora desde San Isidro Monjas, una comunidad vecina, por estos campos para estar en contacto con la naturaleza y por primera vez conocer estas flores antes de que sean cortadas de la tierra.


Foto: Edwin Hernández

Aunque en las comunidades de Oaxaca las flores  como éstas, frutos como la jícama y los cacahuates forman parte de la tradición para venerar a los muertos, pocas veces los niños tienen la posibilidad de conocer la forma en la que se cultivan y cosechan, por lo que los docentes Ariadne Pérez y Freddy Méndez idearon desde principio de curso  un proyecto para que sus alumnos vivieran esta experiencia.

No se trata de algo improvisado. Los profesores con décadas de experiencia docente  incluyeron la actividad en su planeación anual, por lo que recibieron el respaldo de madres de familia para realizarla.

“Venimos caminando, conviviendo con la naturaleza y a la vez ayudando a que no se pierda la tradición”, dice el maestro Fredy, quien tiene a su cargo a  20 de los niños de ocho años que recorren los surcos en flor.


Foto: Edwin Hernández

Fue con esa idea que ambos maestros, acompañados por unas 30 madres de familia, llegaron al campo de una hectárea de extensión de Omar Cabrera, un productor de flores que desde hace cinco años ha recibido en sus tierras a alumnos de unas ocho escuelas de la  comunidad y de otras localidades, como Xoxocotlán, que buscan conocer el proceso de cultivo, el cual toma hasta tres meses desde la siembra hasta el corte.

“Mi hija no sabía que había sembradíos, no sabía de dónde venían las jícamas ni las flores; fue su fascinación”, cuenta Ana Gayosso, una de las madres de familia que acompañan la expedición y que desde hace un mes pidió permiso en su trabajo para poder acompañar a su hija.


Foto: Edwin Hernández

Ana explica que la importancia de estas actividades radica en que no en todos lados los niños pueden ir caminando desde su escuela a un campo de flores, y lo dice con conocimiento de causa, pues recién hace cuatro años llegó a radicar a Oaxaca desde la CDMX.

“Pedí permiso en mi trabajo para que mi hija no se perdiera algo tan bonito, hasta uno aprende”, dice.

Por 15 pesos, los niños que recorren los campos de Omar pueden  elegir y cortar una flor, que normalmente cuesta 3 pesos, y escoger una jicama y una mata de cacahuates de este campo, uno de los pocos que no se vio afectado por las lluvias intensas de los últimos días que pusieron en riesgo la producción en los Valles Centrales.

 

Te recomendamos