Éxodo: Pandemia y crisis ahuyentan a trabajadores del circo en Oaxaca
El Daniel Atayde ha perdido la mitad de sus 100 empleados con los que llegó a San Agustín Yatareni justo cuando inició la pandemia en la entidad, hace 10 meses; ante la emergencia que les ha impedido levantar la carpa
San Agustín Yatareni.— Las luces apagadas, un silencio que se extiende por el lugar y una carpa que no ha sido levantada en meses y yace cubierta de polvo, son parte del panorama desolador en el que no se oyen las risas de los niños que han alimentado por generaciones la vida del circo.
Esa es la realidad que enfrentan desde hace nueve meses estos espacios, desde que la pandemia de Covid-19 los ha obligado a estar parados por las restricciones impuestas por autoridades sanitarias, estatales y municipales. Y eso es precisamente lo que viven los trabajadores del circo Daniel Atayde, quienes, afirman, pasan por su momento más crítico.
Las posibilidades de obtener un permiso para reabrir y ofrecer sus funciones se ven aún lejanas, mientras que el apoyo de la gente, que al principio de la emergencia se solidarizó con ellos donándoles despensas, también se ha terminado; por otro lado, la venta de algodones de azúcar y manzanas acarameladas se ha reducido.
A esta situación ya desesperada, ahora los cirqueros enfrentan la advertencia de que deben abandonar lo antes posible el terreno donde se encuentran apostados.
El circo Daniel Atayde llegó a Oaxaca el 28 de febrero de 2020, apenas 15 días antes de que se confirmaron oficialmente los dos primeros contagios del nuevo coronavirus en el territorio estatal. Por entonces, obtuvieron en renta un terreno en el municipio de San Agustín Yatareni, en la región de los Valles Centrales, en el cual pudieron desplegar su carpa, estacionar sus vehículos y montar su espectáculo.
A los pocos días, sin embargo, la Covid-19 poco a poco fue ganando terreno en el estado, y ante los incrementos en el número de personas contagiadas, las autoridades del sector salud decretaron una primera cuarentena para frenar los contagios.
Pero la emergencia sanitaria no se ha contenido y aunque la mayoría de los sectores de la economía han reabierto de forma paulatina, incluso los del giro del entretenimiento como cines, restaurantes y muchos otros, esto no ha sido equitativo para los trabajadores del circo.
“De hecho, a nosotros nunca nos llegó un comunicado, nunca nos llegó un papel de que cerráramos el circo, de que no teníamos permiso para abrir. No lo hubo, nunca nos tomaron en cuenta”, relata Roberto Guzmán, encargado del circo.
La cabeza del Daniel Atayde explica que en realidad, cuando comenzó la emergencia sanitaria, ellos como cirqueros se sumaron a los cierres de forma voluntaria, pero ahora, tras tantos meses sin formas de conseguir su sustento, nadie les otorga la autorización para retomar sus actividades.
“Nosotros de buena voluntad y cuando vimos lo de la pandemia, pensando que sólo serían 40 días, tomamos la decisión de cerrar para cuidar a todo el público; pero ya se extendió demasiados meses y nosotros ya fuimos y pedimos un permiso para laborar otra vez y nos lo niega el municipio. El edil [Donato Santiago Santos] nos niega el permiso, por la pandemia, porque sube el semáforo”, dice.
La razón de que San Agustín Yatareni, municipio conurbado de la ciudad de Oaxaca, mantengan tan estrictas sus medidas y mantiene la prohibición a todo tipo de espectáculos, se debe a que se ubica dentro de la Jurisdicción Sanitaria 1 de los Servicios de Salud que hasta este 7 de enero registra 20 mil 8 contagios de los 29 mil 74 que se reportaron en la entidad; 81 corresponden a Yatareni.
Sin opciones
Durante los tres primeros meses de la emergencia, la gente de este circo, unos 100 trabajadores, recibió el apoyo de la población, quienes les llevaban despensas para ayudarlos a subsistir durante estos días; incluso, el dueño del terreno fue comprensivo por la situación, y no les obligó a pagar una renta fija, ni elevada.
Por su parte, los empleados del Daniel Atayde decidieron trabajar en la venta de algodones de azúcar y manzanas acarameladas y cubiertas de chile en diferentes cruceros viales de la ciudad y sus municipios conurbados; esta actividad les ha permitido sobrevivir durante estos meses.
El problema, advierte, es que estos productos cada vez se venden menos, ante una economía lacerada que se generaliza. Roberto Guzmán, por ejemplo, dice que desde las 10 de la mañana hasta las cinco de la tarde, apenas logra vender 40 algodones de azúcar.
“Estos son los días más críticos, ya la gente no compra algodones, ya se fastidió, de principio nos compraban, ya es muy difícil venderlos. Por lo mismo de que la gente te apoya unos días, pasan compran, pero después deja de hacerlo. Más ahora en estas fechas de Navidad y Día de Reyes, ya no hay dinero ni para comprarle algún juguete a los niños, es muy difícil, ahorita es lo más difícil que estamos viviendo con esta pandemia”, lamenta.
Roberto Guzmán dice con pesar que se han agotado sus recursos y es precisamente en estos momentos en que el dueño les ha pedido el terreno, y tienen poco tiempo para buscar otro espacio en el cual alojarse temporalmente, hasta que las autoridades sanitarias les permitan trabajar y retomar su camino en el espectáculo.
Huir por la pandemia
La situación del circo y sus trabajadores cada vez es más insostenible. Más de la mitad de ellos no pudo resistirlo mayor tiempo y decidió irse.
El resultado de este éxodo es que del centenar de trabajadores que eran cuando llegaron a Oaxaca, ahora sólo quedan 45, entre ellos 17 niños y niñas de diferentes edades.
“Ahorita ya está más difícil porque ya nos pidieron el terreno, no se pagaba una renta fuerte, se le daba algo al señor porque fue comprensivo y nos dijo que lo que le pudiéramos dar y si no, que tampoco había problema. Pero llevamos muchos meses y la gente piensa que nosotros nos queremos quedar con el terreno”, lamentan.
Para el encargado del circo Daniel Atayde, las autoridades han sido injustos con ellos porque mientras los cines reabrieron, al igual que los restaurantes y bares (algunos de ellos con el aforo de personas a su máxima capacidad, pese a las limitaciones del semáforo), a ellos no les otorgan el permiso pese a presentar opciones de trabajo al aire libre, con 30% del aforo o con una modalidad distinta, de autocirco, emulando los autocinemas.
“Ahora ya no pedimos permiso, lo único que pedimos es poder hablar con el presidente de Yatareni para que interceda por nosotros, que nos puedan dejar aquí. No hemos tenido problemas con nadie, con ningún vecino”, finaliza.