El Istmo también es cuna de actrices de cine
Claudia Santiago y Amorita Rasgado han dignificado los papeles de mujeres indígenas
En la entrada de unas casas inglesas de principios del siglo XX en el pueblo ferrocarrilero de Matías Romero, ubicado en la zona norte del Istmo, está colocada una placa que homenajea a la actriz de Hollywood Lupita Tovar, la primera Santa del cine sonoro en México, además de especificar que en una de esas antiguas viviendas nació en 1911 cuando su padre era trabajador de Ferrocarriles Nacionales de México.
A 67 kilómetros de Matías Romero está ubicada Unión Hidalgo, otra población zapoteca en donde una de sus avenidas principales sobresale un mural pintado en la pared de una casa tradicional con personajes del cine, entre ellos la actriz de comedia Lina Marín, quien compartió estelares con Capulina y Mauricio Garcés en los años 70, la única actriz que ha dado esta comunidad.
En Juchitán, aunque no exista ninguna placa o mural, en la entrada de una casa de huéspedes, en el centro de la ciudad, se sabe que nació Nora Cantú, actriz que en los años 70 también triunfó en la pantalla grande junto a Julio Alemán y Mario Almada.
Tovar, Marín y Cantú fueron las primeras actrices que abrieron el camino de la industria cinematográfica para las mujeres istmeñas y fueron las primeras que hicieron historia en la región.
Actualmente existe una generación de mujeres que siguen sus pasos, pero además son zapotecas que narran historias, defienden la identidad indígena y la lucha por el territorio en el cine, el teatro y la televisión, y que han destacado en papeles secundarios y principales: Mayra Sérbulo de Jalapa del Márquez, Claudia Santiago de Ixtaltepec, Gabriela Martínez de Tehuantepec, Karen Daneida de Salina Cruz, Amorita Rasgado de Tehuantepec y Sótera Cruz de Juchitán.
Actrices con preparación
“Todas tenemos una característica; preparación actoral, no somos improvisadas”, dice contundente Claudia Santiago.
La también investigadora de la tradición oral y sus manifestaciones tiene una licenciatura en la Escuela Nacional de Teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y un diplomado en el Theatre for the People en Madrid, España.
Además de que todas son actrices preparadas, casi todas se han fogueado en el teatro, donde tienen más libertad para defender su identidad como indígenas rompiendo con el estereotipo de sufrimiento y trabajo doméstico, pero sobre todo con el estigma del color de piel.
El color de piel
Claudia recuerda que, al contrario de otras actrices, su color de piel le impidió interpretar personajes indígenas o del trabajo doméstico en la televisión y el cine.
“Yo he intentado representar a mujeres indígenas y me rechazan porque mi color de piel no es tan oscuro. Yo he luchado desde mi trinchera, generando guiones donde se rompa con el estigma de la piel, porque alrededor de eso sólo hay ignorancia. Dignificar nuestro color, mostrar mujeres poderosas es lo que busco en mis papeles y en mis guiones”, explica la directora y dramaturga de la Compañía Espejo Mutable Teatro.
Claudia Santiago lucha por romper los estereotipos del color de la piel.
En 13 años de carrera profesional ha participado en películas como Nadie sabrá Nunca ,de Jesús Torres Torres; Guie Xhuba, de Sabrina Mahute; The Blue Eyes, de Eva Aridjis, entre otras, así como en la serie Niñas promedio, para el Canal Once, y El Recluso, de TeleMundo Internacional.
Amorita Rasgado, a diferencia de Claudia, cuenta que sí le ha tocado interpretar papeles de trabajadora del hogar, personajes con acento provinciano e indígenas. Después de más de una década de carrera logró ser un poco libre al momento de elegir sus proyectos, donde las mujeres que interpreta son fuertes y narran historias que pueden transformar vidas.
“Es difícil nadar contra corriente en esta industria, pero no es imposible, actualmente muchas actrices, guionistas y directores están volteando la vista a los pueblos indígenas, porque hay historias poderosas que se tienen que contar desde ahí y por eso empiezan a surgir nuevos rostros para ocupar los principales papeles”, comenta la histriona que estudió en el Centro Universitario de Teatro (CUT) y en el School Creative Institute de Vancouver, Canadá,
Amorita, quien se ha preocupado por acercar el arte a las comunidades indígenas de Oaxaca, ha desarrollado su carrera principalmente en el cine, pero también se le ha visto en algunas producciones televisivas como Capadocia y El Dandy, al lado de Damián Alcázar y Alfonso Herrera.
Su debut en cine se dio de la mano de Francisco Vargas en 2005 con la multipremiada cinta El violín. Luego vino Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando, de Manolo Caro, así como en La última y nos vamos. Entre sus largometrajes destacan: Mezcal, El Traspatio, Mole de Olla, de Enrique Arroyo Schroeder, y Los trapos Sucios