Ante esta situación, Santos Reyes Yucuná se ha convertido en lo que especialistas llaman un “desierto de comida saludable”, localidades donde la oferta de frutas, verduras y otros alimentos frescos es mínima, en comparación con negocios como tienditas de abarrotes, que ofrecen refrescos, papitas, panecillos y otros productos por el estilo.

Foto: Edwin Hernández
De acuerdo con Baruch Sanginés, geógrafo y demógrafo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), —quien se ha dedicado a cartografiar la oferta de ambos giros de negocios en el país—, lo que pasa en Yucuná es un reflejo de lo que pasa en todo el estado y el país.
En el caso de Oaxaca, por ejemplo, dice que mientras existen más de 30 mil unidades económicas dedicadas al giro de abarrotes, sólo 4 mil venden frutas y verduras; así que por cada verdulería o frutería, en la entidad hay 7.5 tiendas.
Como ejemplo, Sanginés describe que en la Ciudad de México 96% de la población tiene una tienda o un minisuper a menos de 100 metros de distancia, es decir, tienen una mucho mayor accesibilidad a los productos procesados que a los frescos. Lo anterior, porque según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), existen en México 657 mil unidades económicas dedicadas a los abarrotes, convirtiéndose en el principal giro comercial del país.
La poca accesibilidad a la comida sana, sumada a la gran oferta de los productos con alto contenido calórico y azúcares (comida chatarra), a las promociones, la publicidad y a los etiquetados de productos poco claros constituyen otro concepto clave para el especialista: el “ambiente obesogénico” que existe independientemente de la disposición de un individuo de tener mejores hábitos alimenticios.
“La sobreoferta de productos chatarra es una de las principales razones de los altos porcentajes de población con sobrepeso. La manera en que grandes industrias de alimentos procesados han llegado a todos los rincones del país ha sido por medio de los micronegocios como tiendas de abarrotes y minisupers”, dice.

Foto: Edwin Hernández
Es ante el panorama que arroja la suma de los “desiertos de comida saludable” y el “ambiente obsesogénico” que Baruch Sanginés está convencido que la decisión que tomaron los diputados oaxaqueños, al votar para prohibir la venta directa de comida chatarra a menores de edad, es un primer paso en la dirección correcta.
Lo anterior, porque está seguro de que factores ambientales, como los que enfrenta Oaxaca y todo el país, no pueden combatirse sólo con educación o buena voluntad, sino que requieren de medidas a nivel social y políticas públicas, como dicha prohibición y el etiquetado claro de productos.
“Gobiernos e industria deben tomar acciones, pues se comprueba la mayor accesibilidad, que productos ultraprocesados llegan a cualquier comunidad que se te ocurra. Antes de que llegue una escuela o un hospital a una comunidad, ya llegaron esos productos, por eso es tan difícil contrarrestar su impacto”. explica.
“Es un buen paso para combatir la obesidad, que no sólo se combate con educación, sino con acciones institucionales. Se tiene que hacer algo a nivel de las leyes. Lo que sigue es vigilar y que se cumpla”,dice el experto, quien advierte que el camino no es fácil y hay mucho dinero detrás de que prosperen o no estas decisiones.