En el municipio más pobre del país no hay dónde comprar frutas y verduras.  Santos Reyes Yucuná, comunidad de la Mixteca de Oaxaca, donde los indicadores oficiales señalan que se vive en condiciones similares a las de Mozambique, África, no tiene un sólo comercio dedicado a la venta de comida fresca y saludable; en cambio, hay cinco tiendas de abarrotes. 

La marginación en la que se vive en Yucuná no sólo se mide porque de los mil 300 pobladores,  99.9% viva en pobreza, según el Consejo Nacional de Evaluacion de la Política de Desarrollo Social (Coneval), también se mide en que no tienen dónde adquirir alimentos que no sean procesados a menos que cultivaran su tierra, algo que no pueden hacer debido a que padecen  sequía y falta de agua. 

Sin otras opciones de empleo, los  adultos deciden migrar a vender semillas y cigarros a otras ciudades del país, y los niños que se quedan a cargo de los abuelos no tienen más opción que consumir  los alimentos procesados a su alcance. De acuerdo con un estudio de la Coordinación de Planeación y Evaluación para el Desarrollo Social de Oaxaca (Copeval), este consumo de chatarra no hace más que acrecentar sus carencias.

Ante esta situación,  Santos Reyes Yucuná se ha convertido en lo que especialistas llaman un “desierto de comida saludable”,  localidades  donde la oferta de frutas,  verduras y otros alimentos frescos es mínima, en comparación con  negocios como tienditas de abarrotes, que ofrecen  refrescos, papitas, panecillos y otros productos por el estilo.

Foto: Edwin Hernández

De acuerdo con Baruch Sanginés, geógrafo  y demógrafo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), —quien se ha dedicado a cartografiar la oferta de ambos giros de negocios en el país—, lo que pasa en Yucuná es un reflejo de lo que pasa en todo el estado y el país. 

En el caso de Oaxaca, por ejemplo, dice que mientras existen más de 30 mil unidades económicas dedicadas al giro de abarrotes, sólo  4 mil  venden frutas y verduras; así que por cada verdulería o frutería, en la entidad hay 7.5 tiendas.

Según el especialista, es esta ausencia de disponibilidad geográfica de alimentos sanos lo que se denomina “desierto de comida saludable”, pues para encontrar estos alimentos, incluso es necesario tomar transporte motorizado. En contraste, agrega, los pobladores sólo tienen al alcance tiendas de abarrotes, por  lo que hay un mayor acceso a la comida industrializada.

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Como ejemplo, Sanginés describe  que en la Ciudad de México 96% de la población tiene una tienda o un minisuper a menos de 100 metros de distancia, es decir, tienen una mucho mayor accesibilidad a los productos procesados que a los frescos. Lo anterior, porque según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), existen en México 657 mil unidades económicas dedicadas a los abarrotes, convirtiéndose en  el principal giro comercial del país.  

La poca accesibilidad a la comida sana, sumada a la gran oferta de los productos con alto contenido calórico y azúcares (comida chatarra), a las promociones,  la  publicidad y a los  etiquetados de productos poco claros constituyen otro concepto clave para el especialista: el “ambiente obesogénico” que  existe independientemente de la disposición de un individuo de tener mejores hábitos alimenticios.

“La sobreoferta de productos chatarra es una de las principales razones  de los altos porcentajes de población con sobrepeso. La manera en que grandes industrias de alimentos procesados han llegado a todos los rincones del país ha sido por medio de los micronegocios como tiendas de abarrotes y minisupers”, dice. 

Un primer paso

Foto: Edwin Hernández

Es ante el panorama que arroja la suma de los “desiertos de comida saludable” y el “ambiente obsesogénico” que Baruch Sanginés está convencido que la decisión que tomaron los diputados oaxaqueños, al votar para prohibir  la venta directa de comida chatarra a menores de edad, es un primer paso en la dirección correcta. 

Lo anterior, porque está seguro de que factores ambientales, como los que enfrenta Oaxaca y todo el país, no pueden combatirse sólo con educación o buena voluntad, sino que requieren de medidas a nivel social y políticas públicas, como dicha prohibición y el etiquetado claro de productos.   

“Gobiernos e industria deben  tomar acciones, pues se  comprueba  la mayor accesibilidad,  que productos ultraprocesados  llegan a cualquier comunidad que se te ocurra. Antes de que llegue una escuela o un hospital a una comunidad, ya llegaron esos productos, por eso es tan difícil contrarrestar su impacto”. explica. 

“Es un buen paso  para combatir la obesidad, que no sólo se combate con educación, sino con  acciones institucionales. Se tiene que hacer algo a nivel de las leyes. Lo que sigue es vigilar y que se cumpla”,dice el experto, quien advierte que el camino no es fácil  y hay mucho dinero detrás de que prosperen o no estas decisiones.