Óscar y Mauro bromean entre ellos sobre los amantes, las “locas que ya se les adelantaron”, sobre la “transparencia” en la tesorería de la organización muxe que fundaron hace 43 años, lo hacen entre risas y una picardía que les da la confianza de más de cuatro décadas de amistad y compañerismo en una sociedad zapoteca que es tolerante cuando le conviene, y cuando no, simplemente es discriminatoria.

“Cuando nos reuníamos en casa de alguno de nosotros era a escondidas. Cerrábamos las puertas y nos divertíamos. De repente, nos decían: ‘ahí vienen la razia’ y huíamos. Eran tiempos difíciles para ser tan locas en el pueblo. Aunque siempre éramos visibles, los muxes yoxho (viejos), los que estaban antes de nosotros, los jóvenes de esa época eran discretos, nosotros ya no, pero eran disposiciones de las autoridades que nos persiguieran, ser tan libre era malo”, cuenta Oscar Cazorla la situación como algo chusco.
Vislumbrado el posible éxito y el retorno de la fiesta a Juchitán, convenció a todos los socios para que la fiesta se realizara en su nuevo espacio.
“No sabía si iba a pegar, así que hicimos mucho escándalo sobre la primera vela en el salón, era 1980, así que invitamos a los familiares, compadres, amigos, vecinos, y sin querer llenamos el salón, fue todo un éxito, no lo podíamos creer, había nacido un evento masivo, después se sumaron las autoridades. Fue todo un movimiento que se internacionalizó”, cuenta satisfecho, sentado debajo de una enramada.
Mauro Villalobos López, La Mexa, es otro de los fundadores de la Vela de las “Auténticas Buscadoras del Peligro” y recuerda que desde el primer evento, la sociedad juchiteca los aceptó, quizás con morbo de ver a los muxes en sus show de medio tiempo, algo novedoso en la región.

Al principio, la entrada de los hombres era libre, muchos, sobre todo las parejas de los muxes, no entraban con cartones de cerveza ni amigos, así que las bebidas se terminaban alrededor de la media noche, por lo que se puso la regla de que los caballeros entraban a la fiesta con el “riguroso” cartón, nunca más gratis.
Al convertirse una fiesta muy visible fuera de la región, los miembros fundadores, sobre todo el educador Elí Bartolo, decidieron aprovechar la visibilización para trabajar con la comunidad muxe sobre la prevención del VIH-Sida, que ya comenzaba a cobrar las primeras vidas en la región.
De esta forma, en los años 80 comenzaron a unir a la fiesta, la lucha contra el VIH y además se sumó el respeto a los derechos humanos.

Con el paso de los años, la realización de esta vela internacional, que ha llegado a albergar en una noche hasta 10 mil personas en una pista, tiene una inversión de casi un millón de pesos, recursos que la mesa directiva recolecta entre políticos, autoridades y organizaciones. La vela muxe de este sábado, es la primera que se celebra tras el sismos de 2017 que devastó Juchitán.