“Todos los días temo contagiar a mis hijos”, dice camillero que atiende Covid-19 sin protección adecuada
José Alfredo, uno de los primeros camilleros en ingresar voluntariamente al área para atender pacientes con coronavirus en un hospital del ISSSTE en Oaxaca, señala falta de protección y seguridad
Todos los días, José Alfredo Jiménez se despierta a las cinco de la mañana y se prepara para ir al trabajo como lo hace a diario desde hace 12 años; pero ahora, el temor, el estrés y la tensión se convirtieron en una constante en su labor como camillero en el Hospital Regional Presidente Juárez del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) en la ciudad de Oaxaca.
Unos 15 días atrás, este hospital fue designado para recibir a personas contagiadas de coronavirus.
José llega a su trabajo y se viste con el uniforme quirúrgico antes de entrar al área designada para la atención a los pacientes con el virus. Ahí permanece cuatro horas, posteriormente entra otro camillero para relevarlo; este periodo se debe a que el equipo y ropa que utiliza es muy pesado.
Al final de su jornada laboral se baña, se desinfecta en el hospital, y tira el material desechable que usa para su protección; la ropa y el equipo quirúrgico también se sanitiza.
Una de las áreas de urgencia en este lugar fue habilitado específicamente para cumplir con esta misión y José fue el primer camillero en ingresar a ella; él realiza este trabajo de manera voluntaria.
Explica que él decidió unirse cuando los directivos del hospital emitieron una convocatoria para que el personal de enfermería y medicina eligiera, voluntariamente, participar en estas laborales de contención y atención a los pacientes infectados del virus que amenaza al mundo.
Dice que, debido a que su pareja es enfermera en este hospital y como el proceso sería diferente a sus actividades cotidianas, decidieron enfrentarlo juntos.
“A ella le tocaba entrar esa semana y a mí aproximadamente un mes después, mejor decidimos entrar juntos, como es un proceso de salir de esa área como bañarse, quitarse la ropa, quisimos entrar juntos para hacer ese proceso”.
¿Por qué se guarda el equipo?
José es padre de dos hijos —de 14 años y otro de ocho—. Al igual que el resto de sus compañeros, tiene familia y teme contagiarlos: “Miedo, sobre todo, y preocupación por la familia, miedo a contagiarlos. El no protegernos bien o que alguien nos contagie y lleguemos a la casa y así lleguemos con nuestros familiares”, explica.
El trabajador de salud detalla a EL UNIVERSAL que el temor también se debe a que realiza sus funciones sin la protección adecuada o con los insumos necesarios.
“Fui el primer camillero en entrar y no contamos con el equipo necesario para permanecer en esa área. No sé por qué los directivos están guardando ese equipo que donó la fundación, ni siquiera lo hemos visto”, lamenta.
Este joven camillero se refiere al equipo de protección para combatir el Covid-19 que donó la Fundación Alfredo Harp Helú, con un valor de un millón de pesos, que está compuesto por 2 mil 822 overoles, 4 mil 500 mascarillas N95, 2 mil 146 goggles y 3 mil 776 pares de guates; una parte de ese equipamiento estaba destinada para el Hospital Regional del ISSSTE.
Personal en riesgo
Para él ha sido difícil el trato con algunos pacientes, sobre todo porque están aislados, no tienen comunicación con nadie y en raras ocasiones se les permite hablar unos minutos por celular con algún familiar.
“Sí es muy estresante, tanto para ellos como para nosotros, porque sí están conscientes, les cuesta mucho trabajo aceptar que tienen el virus, el estar en una cama y no poder hacer otra actividad con algún tipo de aparato conectado. Es muy difícil”, relata José.
Así es como recuerda el incidente con un paciente con Covid-19 y el entonces funcionario de los Servicios de Salud de Oaxaca (SSO), quien escapó de las instalaciones y es investigado por la Fiscalía General de la República (FGR) por “riesgo de contagio”.
Sobre el entonces jefe de la Jurisdicción Sanitaria Istmo, José sostiene que sí escupió a algunas enfermeras: “Fui el primer camillero que entró con ese paciente, lo vi el primer día junto con las enfermeras y estuvo muy agresivo desde el principio. Sí fue cierto, sí escupió”, relata.
En el área destinada para los pacientes con Covid-19 del Hospital Presidente Juárez trabajan seis enfermeras y dos camilleros, quienes se van rotando cada semana. Así ha sido la vida de todos desde hace dos semanas. Riesgo tras riesgo y los intentos por evitarlos.
Aunque José regresa a su casa bañado y desinfectado, llega con sus hijos con la preocupación de haberse contagiado.
“No poder convivir con los hijos, el no poder hacer alguna actividad con ellos, estar encerrado en la casa después de que vienes del trabajo. Y siempre los hijos están ahí preguntándote si no traes el virus, si hoy hubo paciente o cómo te fue en el trabajo y qué hiciste”, confiesa.