
En la capital oaxaqueña, el escenario estaba listo; antes de dar paso a la interpretación del coro francés con La Pequeña Misa Solemne, de Gioachino Rossini, Isabelle de Boves, la piloto que se sumó a la causa del párroco José Rentería y el músico y director de la escuela Camerino López, anunció las novedades.
Recientemente se adquirió un predio donde se erigirán aulas para recibir más niños, además de un taller de laudería. “Les quiero dar las gracias a todos los que compraron su boleto para apoyarnos”, dijo.
La piloto y corista reconoció también la labor de los padres de familia de los niños que asisten a clases, para apoyar la manutención del proyecto. “Quiero asegurarles que cada peso que se recauda hoy, se va directo al comité de padres, no hay intermediarios”, señaló y agregó que los coristas costearon sus propios viajes para que el dinero se destinara en su totalidad a la escuela.
Así llegó el momento del concierto, las voces de la soprano Elodie Fonnard, la mezzo soprano Célia Stroom, el tenor Rogelio Marín y el barítono Marduk Serrano, se impusieron en el escenario capitalino e hicieron armonía con el coro de Air France, regalando una hora y media de emociones a la audiencia.
Al culminar la primera parte del concierto, el telón bajó anunciando que pronto los pequeños talentos llegarían a escena a hacer lo propio. El intermedio pasó en un abrir y cerrar de ojos y de pronto, el telón volvió a alzarse para que, bajo la batuta de Vladimir Medina, los niños y niñas interpretaran la Quinta Sinfonía, de Beethoven.
Los aplausos no se hicieron esperar, el público perdió el decoro y se puso de pie para ovacionar a los músicos que ensayaron sin parar por cuatro meses. Acompañados del coro integrado por 80 cantantes, interpretaron Le cantique, de Jean Racine.

La noche del sábado alcanzó su máximo esplendor cuando los niños dominaron las notas del Danzón Nereidas, del zaachileño Amador Pérez Torres, Dimas, pieza elegida como un tributo a la tierra que los vio nacer y donde a diario entregan su corazón a la música.
El recital cerró con broche de oro, el coro extranjero cantó con maestría el Dios nunca muere, de Macedonio Alcalá, con el acompañamiento musical de los pequeños que volvió a poner de pie al público que coreó y ovacionó hasta el fin el llamado “himno de los oaxaqueños”.
Al grito de “Viva Zaachila””, el concierto culminó entre aplausos para los maestros, músicos y activistas que hicieron posibles las presentaciones recientes, además del reconocimiento para los niños que con su disciplina y talento están cambiando la realidad de la zona donde habitan.