
“La mitad de la isla es parte de Indonesia y la otra parte es independiente. Aun cuando los europeos tomaran posesión de ellas, tanto sus habitantes como la totalidad de sus recursos naturales corrieron por el mismo patrón de despojo y explotación de otras áreas del planeta”, se explica en el texto de sala.
Añade que desde su estancia, la flora y la fauna han sufrido un saqueo constante, pero la cultura y la diversidad se mantienen por las prácticas culturales.
Estos objetos son ornamentos en las casas, habitadas en su mayoría por casi 50 personas: “Las piezas se cuelgan en la planta baja, en los techos de las viviendas, se sujetan con poleas para subirlo y bajarlo, para poder proteger los alimentos”, detalla. Los murciélagos representan la abundancia, pues es el animal que dispersa y poliniza las semillas.

La colección también está integrada por cráneos de personas que formaron las comunidades, a quienes se les atribuye conocimiento o sabiduría sobre las situaciones que se viven de manera cotidiana. Asimismo, hay prendas de vestir, formas y figuras que se realizan empleando conchas de mar, barro, palma, plantas e, incluso, caparazones de tortuga.
El antropólogo explica que en la década de los noventa, cuando viajó tres veces a Nueva Guinea y transportó las piezas a territorio mexicano, no se enfrentó con trámites o multas, pues era más sencillo viajar con objetos de ese tipo. Con los años, la situación ha cambiado, pues Nueva Guinea es una zona que se ha distinguido por el tráfico de objetos, como piedras preciosas.
