Luz Velasco, pareja de Javier Flores y madre de dos de sus hijos, aún recuerda sus últimas palabras, cuando hablaron por teléfono, el 23 de junio: “Me dijo que estaba bien, que estaba en un lugar cerrado”.
Javier se comunicaría con Luz una vez que entrara al país vecino, el lunes, pero ese fue el día en que localizaron el tráiler con seis oaxaqueños a bordo.
Cuando su cuerpo regresó a la comunidad, sus familiares lo velaron en un pequeño cuarto de una casa de concreto construida por él, su hermano y su padre, radicados en Estados Unidos. Su familia lo acompañó con música de viento y mariachi hasta la cabecera municipal de Huautla, donde hubo una ceremonia solemne, para después ser depositado en el panteón.
Bajo la lluvia y niebla que baja de las montañas y entre lamentos de su madre y sus hermanas, fue sepultado Javier con todo y sus sueños.
Cerro Verde no sólo se quedó sin un ciudadano, también seis infantes se quedaron sin su padre, Javier Flores, ahora serán los abuelos quienes se encargaran de ellos.
“Yo me haré cargo de mis nietos, no pienso dejar a mi hija sola, así que nosotros nos haremos cargo de ellos”, dice don Gilberto, quien se dedica a la albañilería, de donde saca para sostener a su familia.
El poblador lamenta la situación que atraviesan sus tres nietos, pues manifiesta que si las condiciones en la comunidad fueran distintas, no habría necesidad de emigrar a otro lugar. Señala que él mismo ha tenido que salir a la ciudad a buscar trabajo, pero con los años ha sido cada vez más difícil, dice, mientras respira el polvo del cemento con los ojos irritados.
Por ahora, él es el único que tiene un sueldo por su trabajo en la construcción, pero los demás pobladores se dedican al campo sin tener ingresos, porque en la comunidad se trabaja con trueque; de otra forma sería imposible pagar el salario.
“Pues acá no hay trabajo, no hay un lugar que nos digan: ven a cuidar mi tienda y te pago o ven vamos trabajar y te pago. Acá no es así, acá es: yo te ayudo, y tú me ayudas”, dice Luz, mientras comparte que su madre es la única persona que la apoyará en los siguientes días, mientras espera su parto.
El panteón de San Miguel Huautla también recibió el cuerpo de Marco Antonio, el más joven de los oaxaqueños que viajaban en el tráiler, con 18 años.
El pasado 12 de junio decidió irse junto a Javier y José Luis de Cerro Verde. Un día después del funeral de Javier, el sábado, su cuerpo fue también sepultado en la tierra de sus padres, pueblo habitado por 667 habitantes.
Marco Antonio, una de las cuatro víctimas mortales de la tragedia en Texas, fue enterrado en un pueblo en el que no creció, pero sí sus padres y abuelos, quienes que lo esperaron en una pequeña casa para ser velado.
En este pueblo de San Miguel Huautla, las remesas cuestan, pues se pagan con niños en orfandad y sueños truncados.