
“En mi caso, todo mi pueblo está aquí. Mi mamá está aquí, yo ya no tengo familia en México, en Oaxaca. Ya toda mi familia está en Estados Unidos, especialmente en Los Ángeles”.
Para Romero, quien llegó hace 42 años a Los Ángeles desde San Bartolomé Zoogocho, Sierra Norte, sin hablar otra lengua más que el zapoteco, el movimiento de los pueblos indígenas vive un momento de auge en el que se enuncia con orgullo su identidad ayuujk, mixteca, tacuate o chinanteca.
Zapoteco, ayuujk y chinanteco son las lenguas del estado de Oaxaca que más se hablan en la ciudad; también hay tacuate, mixteco, chontal, amuzgo, purépecha, náhuatl, maya y tseltal. Además de kaqchiquel, akateko, mam y q’anjob’al.
“Ya con el mapa preliminar fuimos al condado de Los Ángeles y dijimos mira: aquí hay comunidades indígenas, estas son las 17 lenguas que se hablan. Y con eso pudimos abogar a que se les entregaran 1.8 millones de dólares en tarjetas para ir a comprar comida”, detalla.

La activista trabaja como intérprete trilingüe, pues además de zapoteco habla inglés y español. Como ella, afirma, su generación se dedica a trabajos técnicos; así es como se convirtieron en parte esencial de la economía de California.
“Los mixtecos y triquis están en zonas agrícolas; los zapotecos y mixes en zonas urbanas, tú no puedes venir a Los Ángeles y no comerte un taco sin saber que es alguien de un pueblo mixe que te lo está preparando.
“Somos parte esencial de la economía de esta ciudad, de este país y de México también, porque sin remesas no sobreviven”, señala contundente Romero, en videollamada desde su casa en Los Ángeles.
“Siempre digo: la economía de dos países la sostenemos con nuestras venas multilingües”.

En las últimas semanas, voces indígenas retumbaron en redes y calles de LA, luego de la difusión de una plática de tres concejales que hicieron comentarios discriminatorios contra la comunidad originaria de Oaxaca que reside en Coreatown.
“Fue muy emotivo ver cómo se organiza la comunidad y sentirse orgulloso, salir y decir ‘soy indígena, soy de este pueblo, soy de este otro pueblo’. Porque aquí lo que nos borra nuestra existencia como pueblos indígenas es el movimiento latino”, acusa la zapoteca zoogochense de 52 años, un día después de participar en una marcha que califica de “histórica y enorme”, en la que los huipiles y huaraches fueron vestidos con orgullo.
Entre sus demandas está una campaña para visibilizar la existencia de los pueblos indígenas, pero también las raíces del desplazamiento forzado de la fuerza laboral a Estados Unidos.
“Yo siempre digo que a la gente le encanta Oaxaca. Vas, compras la vestimenta, tomas el mezcal, comes el mole, tanto amor por Oaxaca… pero no por su gente. O sea, las personas quieren todo de ti, menos a ti como indígena”.