“Se puede adoptar desde el amor, brindarle oportunidades a niñas y niños. Estar al pendiente de ellos. Para mí es un orgullo”, sostiene.
A lo largo de tres décadas, Felina ha combinado el activismo con la crianza de sus sobrinos, quienes primero quedaron al cuidado de sus abuelos; después, ella asumió su maternidad.
Para cualquier persona, dice, asumir el cuidado de una niña o niño, es una gran responsabilidad, pues son las madres quienes buscan siempre darle lo mejor a sus hijas e hijos. “Era una responsabilidad titánica que me daba un poco de miedo… los niños son como una esponja que absorben todo lo que una les enseñe y depende de cómo los eduques, es como van a ser”.
Aunque tuvo bajo su tutela a seis hijos de una de sus hermanas, sólo dos se quedaron cerca de ella, mientras que los demás hicieron su vida como adultos independientes. Felina señala que fue su papá y abuelo de los niños quien les inculcó valores, mientras que ella los cuidó y procuró sus estudios hasta que concluyeron su carrera.
“Todos los educamos mi papá y yo, son personas adultas responsables y con la cultura del trabajo”, indica.
Felicia prepara la “llenada de baúl” para la boda de su hija, que se llevará a cabo en unos días; como lo dicta la tradición, ella es la encargada del ajuar y las joyas que portará la novia en el día de la ceremonia religiosa y civil. Es de oficio estilista, por lo que también tendrá a cargo el arreglo de la novia.
“Es la responsabilidad de una madre”, acota Felina, aunque aclara que ella nunca impuso a sus sobrinos que la reconocieran como madre, ya que fue decisión de ellas y ellos comenzar a nombrarla así y reconocerla como tal.
Con el paso de los años, Felina se siente satisfecha de su papel como madre, pues asegura que todas y todos sus hijos se han formado como personas responsables y autosuficientes.
Hacerse cargo de seis menores no ha sido una tarea sencilla para Felina, aunque señala que ninguno de ellos ha sido discriminado por ser hijo de una mujer muxe. Sus hijas e hijos, dice, han tenido la libertad suficiente para tomar decisiones.
Como parte de la cultura de la región, es usual que las mujeres dejen a cargo de sus hermanas muxes a una de sus hijas, pues piensan que a futuro puede ser una persona que, cuando sea mayor, vea por la mujer muxe cuando llegue a ser adulta mayor.
“En nuestra sociedad, el valor también se mide por la responsabilidad con tus padres. Las mujeres nos reconocen como buenas hijas, que procuramos y cuidamos a nuestros papás”, indica.
Agrega que las mujeres muxes tienen propósitos de vida que se cimentan en el trabajo y la responsabilidad, de tener un hogar propio y un trabajo estable, que comparten con sus hijas e hijos.
Felina explica que las mujeres muxes de su generación y antes que ellas se vinculaban, usualmente, con hombres que públicamente se asumen “heterosexuales”, quienes por regla general se casan con mujeres cisgénero y buscan tener hijos.
“Yo no soy partidaria del matrimonio… creo que los seres humanos nos enamoramos, pero como todo, eso se acaba”, afirma.
Como parte del activismo que Felina ha realizado por años con otras y otros integrantes de la comunidad LGBTIQ+ en Juchitán, el reconocerse muxe o parte de dicha comunidad es un proceso que sigue siendo difícil, por ello buscan visibilidad y la garantía de derechos para todas y todos.
Pese a los logros que han propiciado el reconocimiento y visibilidad muxe, la activista lamenta que muchas mujeres muxes que se identifican como disidentes sexuales continúen siendo víctimas de violencia, lo que afecta a la comunidad, pero también a sus familias. Asimismo, fuera de su cultura son mal vistas por sus intenciones de adoptar y formar una familia.
“Adoptar o hacer feliz a una niña o niño no tiene que tener género. Somos seres humanos, tenemos los mismos derechos que cualquiera. Tienes que tener el corazón lleno de amor para darlo a las y los niños… todos vinimos al mundo a ser felices”, finaliza.