No sólo Rosaura Montesinos trabaja contrarreloj, también don Juan Feliciano Guzmán Aguilar, quien dice que hasta se ha enfermado debido a la cantidad de encargos que tiene.
“Es que han sido semanas de trabajo, donde uno se levanta muy temprano y se duerme por la madrugada, porque hay que entregar los trabajos a tiempo y bien hecho”, dice el artesano de 61 años de edad, considerado uno de los precursores del tiliche en Putla de Guerrero.
Explican que se trata de un traje hecho de retazos de tela en tiras, con un sombrero en forma de petate hecho de palma.
“El personaje tiene un motivo de ser y bueno, lo bonito de este trabajo es dar a conocer mi pueblo, pues la gente viene a conocer la historia del tiliche y pues también tenemos más trabajo”, dice Rosaura Montesinos.
Además, es quien adorna el parque principal y los muros de las casas en las principales calles del municipio, durante las fiestas del carnaval.
Fue en los últimos cinco años cuando “se puso al viejo de tiliches en la mira, debido al impulso del carnaval putleco”, afirman los artesanos.
“El auge que estamos teniendo con nuestro trabajo es una gran alegría, saber hasta dónde ha llegado toda esta labor, pero es un estrés el hecho de querer cumplir en tiempo y forma. Saber que de repente va a haber personas a las que le voy a tener que decir ‘no tengo espacio’”, comenta Rosaura Montesinos.
Cada uno de los trajes hechos a mano por artesanas y artesanos es particular. “Ni un traje es igual a otro. Pudieran ser muy semejantes en cuestión de colores y telas, sí, pero nunca un traje va a ser igual que otro, todos son muy diferentes por la forma en la que los elaboramos”. Esto es lo que los distinguirá de los “clones”, dicen.

Antes de que el tiliche figurara como en estos días, Giselle Guzmán García comenzó a representar el personaje en llaveros, aretes, lámparas, centros de mesa, en libretas y hasta en sombreros. Sus vecinos la consideran una persona revolucionaria en esta artesanía.
Rosaura Montesinos comenta que desde que llegó el auge del tiliche el trabajo no le ha faltado. “No hemos parado porque durante todo el año constantemente estoy enviando a Estados Unidos y a otros estados de la República Mexicana”.
“Antes, en las fiestas de carnaval, eran dos o tres encargos cuando empezamos, pues lo más que podía yo hacer en un carnaval eran 10 trajes. Ahorita, pues híjole, a veces hasta pierdo la cuenta. Se van hasta 20 trajes en un carnaval y durante todo el año estamos trabajando”.

Parte importante del aumento de pedidos es que oaxaqueños hacen carnavales en distintas partes de Estados Unidos. “A veces mando hasta cuatro de a jalón a un sólo lugar, con una sola persona”.
Don Juan Feliciano está en la misma situación. “Ahorita no me doy abasto, tengo que mandar piezas al instituto oaxaqueño para que las vendan. No me dio tiempo de realizar todas las figuras porque desde acá también hemos vendido”.
Don Carlos, otro artesano, reconoce que gracias al gran auge que tienen los tiliches fuera del municipio y en los alrededores ha mejorado su economía y la de su familia. Ahora su hija también se ha unido al trabajo.
En el caso de Rosaura Montesinos, quien lleva 17 años dedicándose a la hechura de esta vestimenta, pudo pagar el estudio de sus hijos. Recuerda que empezó trabajando para los pequeños de su familia y desde entonces cose todos los días.
Para ella, coser trajes de tiliche es un quehacer cotidiano. “Ya es un trabajo del diario; ahorita estamos haciendo a veces dos trajes por semana. A los clientes les pido una semana o diez días para no quedarle mal a nadie, porque estamos cargados”, comenta.

Si se dedicara de tiempo completo a la elaboración del traje concluiría una pieza al día, pero eso implicaría comenzar desde muy temprano, sin descansos.
En sus tiempos libres, la artesana y su familia se dedican a hacer tiliches para centros de mesa o escritorio, aunque aclara que la mayor parte del trabajo le toca a ella. “Pues también tengo el apoyo de mis hijos, porque es un trabajo pesado; es un trabajo arduo”. En su taller actualmente trabajan tres personas.