Guelaguetza: Debutan sones de 4 comunidades
Por primera vez llegan San Francisco del Mar, San Carlos Yautepec, Chicapa y Chalcatongo
Una danza teatral que relata cómo llegaron por mar los primeros huaves al Istmo de Tehuatepec, un fandango que comparten las comunidades de la Sierra Sur, la representación del rapto de la novia y la ceremonia del casamiento, y un carnaval que se vive entre las montañas, a 2 mil 500 metros sobre el nivel del mar, serán por primera vez mostradas en la Guelaguetza.
Las responsables de que debuten estas manifestaciones culturales en las fiestas de julio son las comunidades de San Francisco del Mar, San Carlos Yautepec, Chalcatongo de Hidalgo y Chicapa de Castro, que quedaron entre las 52 delegaciones seleccionadas para presentarse en las cuatro funciones de los Lunes del Cerro.
Víctor Vásquez Labastida, presidente del Comité de Autenticidad, asociación civil que realiza la selección de las delegaciones, asegura a EL UNIVERSAL que este año las participaciones están apegadas a la tradición y costumbres de las comunidades, y no a inventos de un director artístico “que a lo mejor ni siquiera conoce la tradición y se atreve a hacer inventos”.
San Francisco del Mar, una comunidad de pescadores de la etnia huave, presentará una danza teatralizada sobre la llegada de este pueblo a la región del Istmo. La lengua de esta etnia se considera huérfna por no tener relación con otros idiomas.
San Carlos Yautepec presentará un fandango originario no solamente de ahí, si no que comparte con todas las comunidades a su alrededor que pertenecen a la Sierra Sur; el rapto de la novia y todo lo que sucede alrededor de ello hasta el casamiento será mostrado por Chicapa de Castro; mientras que Chalcatongo de Hidalgo debutará con una danza de carnaval, festiva y que “va a causar impacto porque es muy alegre y muy diferente a todos”.
De acuerdo con el Comité de Autenticidad, la elección de las comunidades que participarán este año en la Guelaguetza se basa en nueve aspectos. El primero es apegarse a las cláusulas de la convocatoria que emite la Secretaría de Cultura y Artes de Oaxaca (Seculta); el segundo, es la monografía que presentan los aspirantes y que incluye la investigación sobre lo que presentarán y la coreografía que realizan.
También destacan la proyección escénica, la vestimenta tradicional, la música y familia de instrumentos, el patrón de pasos, el estilo que deben darle al baile, la preparación física y actitud que tomen los integrantes de la delegación en su presentación.
“La Guelaguetza, queramos o no queramos, es un espectáculo donde se presenta en forma muy sintetizada lo que se da en la comunidad. Se les da 12 minutos para presentarlo, cuando las tradiciones y cultura de Oaxaca no ocurre en 12 minutos, algunas veces duran hasta meses para desarrollarse”, apunta Vásquez Labastida.
Decisión levanta polémica
En constraste, por primera vez los sones y jarabes serranos de Betaza no se escucharán en los Lunes del Cerro. Los impecables trajes blancos que visten hombres y mujeres de la Sierra Juárez, aderezados con largas trenzas y sombreros negros no se lucirán en la Rotonda de las Azucenas. La razón de esta ausencia se debe a que la de San Melchor Betaza fue una de las 31 delegaciones que quedaron fuera de la Guelaguetza 2019. En total, de 83 aspirantes, sólo 52 se ganaron un lugar.
Al igual que Betaza, este año tampoco fueron seleccionados Juchitán de Zaragoza, Santo Domingo Tehuantepec y Tlacolula de Matamoros.
La selección de las delegaciones provocó polémica y acusaciones, particularmente de la comunidad de San Melchor Betaza a través de su presidente municipal, Onésimo Santiago Vásquez, contra dos secretarías del Gobierno de Oaxaca y del Comité de Autenticidad, a quienes acusó de racismo, ignorancia y desprecio.
Al respecto, el presidente del Comité de Autenticidad explicó que el mismo edil de Betaza firmó y avaló el acta que levantó el comité durante su visita, en la que afirma que está de acuerdo en las observaciones y sugerencias que les realizaron.
Esta población no fue seleccionada, explica, porque durante la presentación el director artístico aún daba indicaciones a los bailarines y personas que formaban parte de la escenografía, como si fuera en un ensayo, “es decir, no se habían preparado”. Cuando se les preguntó sobre la vestimenta, respondieron que es confeccionada en la ciudad de Oaxaca con telas comerciales; los sombreros, adquiridos en Ocotlán de Morelos, y los huaraches en Yalalag, por lo que no cumplieron con el requisito de contar con una vestimenta tradicional.
“Entonces, de qué sirve que nos digan en su escrito que tienen una cultura extensa y sus tradiciones muy arraigadas si la realidad es otra, incluso se está perdiendo su lengua en la población. Muy pocas personas hablan el zapoteco”, señala.
Vásquez Labastida afirma que no es la primera vez que ocurre esto con la delegación de Betaza; en sus participaciones anteriores, dice, durante los ensayos aún realizaban modificaciones a su baile y, cuando se les señalaba, se burlaban de los miembros del comité.
“Queremos que nos respeten porque nosotros los respetamos, nunca les imponemos nada, todo lo que les decimos son observaciones y sugerencias, porque al final son ellos los dueños de su propia cultura y los únicos que pueden defenderla”.
En el caso de Juchitán, explica, se ofreció algo fuera de los sones tradicionales istmeños, que incluso le costó críticas a esta delegación en 2017 por sus mismos paisanos. Incluso, afirma que su participación hace dos años en la Guelaguetza se debió a presiones políticas y no porque ellos lo hayan propuesto. Algo similar ocurrió con Tehuantepec y Tlacolula de Matamoros.
“No solamente hay caciques políticos, también caciques culturales que se aferran a seguir y seguir como los únicos que tienen lo verdadero y lo tradicional; que no dejan que otras comunidades puedan manifestarse culturalmente”, concluye.