A tan sólo 30 kilómetros de la ciudad de Oaxaca, en el corazón de los Valles Centrales, se encuentra Tlacolula de Matamoros, un pueblo con profundas raíces zapotecas y mixtecas que guarda uno de los tesoros gastronómicos y culturales más auténticos del estado: su mercado tradicional y el tianguis dominical.
Este espacio no sólo es uno de los más antiguos de Oaxaca, sino también uno de los más vivos, coloridos y sabrosos.
Aquí, cada domingo, el pasado y el presente se entrelazan para ofrecer una experiencia culinaria única en México.

Un mercado con historia viva
El mercado de Tlacolula tiene raíces prehispánicas, ligadas al sistema de trueque zapoteca que aún sobrevive en algunos rincones del tianguis.
Desde el siglo XVI, este punto comercial fue clave para los mercaderes que cruzaban hacia el Istmo de Tehuantepec. Para la década de 1940, ya era considerado el principal mercado regional de los Valles Centrales.
Hoy en día, este legado se mantiene vigente cada domingo, cuando el mercado público Martín González y sus alrededores se transforman en un vibrante mosaico cultural y gastronómico.
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Tianguis dominical: un despliegue de colores, sabores y tradiciones
Cada domingo, el mercado fijo se extiende con un tianguis al aire libre que abarca hasta 12 manzanas del centro de Tlacolula.
Más de mil comerciantes —en su mayoría mujeres de comunidades cercanas— ofrecen productos que van desde frutas, hierbas, especias y verduras hasta textiles, artesanías, ropa típica y utensilios tradicionales. Lo que aquí se vende proviene directamente de los campos y talleres de la región, lo que garantiza frescura, autenticidad y un comercio justo y comunitario.
Este sistema de “día de plaza” no sólo existe en Tlacolula. En Oaxaca, cada comunidad tiene su propio día de mercado semanal, lo que crea un sistema interconectado de comercio local a lo largo de los Valles Centrales.

Pasillo de humo: carne al momento, sabor al instante
Uno de los principales atractivos del mercado es, sin duda, el famoso pasillo de humo. Aquí, los visitantes eligen su carne —tasajo, cecina enchilada, chorizo o tripa— y la asan al instante sobre braseros de carbón. El humo se mezcla con el aroma de cebollitas, chiles de agua y tortillas calientes, creando una atmósfera irresistible.
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Comer en este lugar es sentarse entre habitantes y turistas a compartir una comida sencilla, generosa y llena de sabor. El pasillo de humo es una auténtica celebración del paladar oaxaqueño.

La barbacoa: tradición que se hereda y se saborea
Otro platillo emblemático del mercado es la barbacoa de horno, cocida bajo tierra como dictan las tradiciones más antiguas. Servida con tortillas recién hechas, consomé caliente y, en muchos casos, un vaso de aguamiel o mezcal, esta preparación es motivo suficiente para visitar Tlacolula un domingo por la mañana.
Muchos locales afirman que su familia ha vendido barbacoa por generaciones. Para ellos, esta no es sólo una fuente de ingresos, sino una herencia culinaria que se comparte con orgullo.
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Pan de cazuela y repostería local: dulzura con historia
En los pasillos del mercado abunda el pan tradicional, siendo el pan de cazuela una de las estrellas. Su nombre proviene de la forma en que originalmente se horneaba: en cazuelas de barro y, más tarde, en latas recicladas, lo que le dio una forma inconfundible.
Este pan, aromatizado con vainilla, anís o chocolate, es símbolo de la panadería oaxaqueña. Acompañado de una bebida tradicional, como el chocolate, representa una experiencia nostálgica para los habitantes y una delicia para los visitantes.

Chiles oaxaqueños: el alma de la cocina regional
En Tlacolula se concentra una variedad impresionante de chiles oaxaqueños. Desde el chile de agua hasta el pasilla mixe o el chile morita, cada uno tiene un sabor y una función específica en la gastronomía local. Se venden frescos, secos o en pasta, y son esenciales para preparar los moles, salsas y guisos tradicionales de la región.
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Estos ingredientes, cultivados en pequeñas parcelas familiares, son una muestra viva de la biodiversidad y el conocimiento culinario de los pueblos indígenas.

Artesanías: identidad hecha a mano
El tianguis no sólo es comida: también es cultura material. Aquí se encuentran tenates de palma, huaraches de cuero, textiles de lana teñidos con tintes naturales y cerámica de barro verde. Cada pieza proviene de comunidades como Santa María Atzompa o Teotitlan del Valle, reflejando la riqueza artística de los Valles Centrales.
Comprar estas artesanías es llevarse un pedazo de la historia y del presente de Oaxaca.

Bebidas tradicionales: mezcal, curados y cremas
Ninguna visita estaría completa sin probar las bebidas típicas del mercado. Las cremas de mezcal con sabores como café, piña o nuez son ideales para quienes buscan un trago suave. Los curados, preparados con frutas frescas y aguardiente, y el aguamiel —extraído directamente del maguey— complementan la experiencia culinaria.
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Los vendedores suelen ofrecer degustaciones, invitando a brindar en un ambiente festivo y hospitalario que caracteriza a los oaxaqueños.

Una experiencia que va más allá del paladar
El mercado de Tlacolula es más que un lugar para comprar: es un espacio de encuentro entre culturas, generaciones y sabores. Al caminar por sus pasillos, no sólo se adquieren productos locales, también se vive la historia de una región que ha sabido conservar sus raíces a través del tiempo.