No dejo de ir ni siquiera cuando detonó el conflicto territorial de esta comunidad habitada por pescadores ikoots con los habitantes de Santa María del Mar, pueblo hermano, que dejó casas quemadas, enfrentamientos a muerte y un encono que se prolonga desde hace una década y hasta el día de hoy.
Sólo el miedo que le causa ver morir de repente a sus conocidos por un virus extraño fue lo que pudo frenar su puntal asistencia a uno de los mercados indígenas más importante de la franja de tierra donde se asientan los municipios del Istmo de Tehuantepec.

Foto: Roselia Chaca
Francisca es una mujer zapoteca de 80 años, cuyo oficio principal es el comercio de dulces, flores y panes en el mercado de Juchitán. Esos productos también los vende en las fiestas patronales de los pueblos de la región y en los espacios de peregrinación, donde depositan su fe los creyentes que llegan desde lejos.
"Yo dejé de vender en los pueblos desde que comenzó el año, primero porque muchos cancelaron sus fiestas; segundo, porque mis hijos me lo prohíben. Además mucha gente asiste y es muy riesgoso”, cuenta Francisca desde el patio de su casa.
La comerciante enumera todas las festividades a las que la pandemia le ha impedido asistir para ganarse el sustento con sus dulces.

Foto: Roselia Chaca
“No fui a la fiesta del Cristo Negro en Xadani, aunque se realizó. Tampoco fui al de la Pasión Palo Grande en Álvaro Obregón, y no iré a la de San Mateo del Mar aunque sí se va a festejar. Prefiero estar aquí pobremente, pero viva", dice convencida.
La celebración de la Virgen de la Candelaria en San Mateo del Mar, comunidad habitada por el pueblo ikoots que se extiende en una delgada franja de tierra entre dos mares, es una de las fiestas de mayor importancia económica y cultural en la región, pues atrae a comerciantes desde otros puntos del Istmo.
Así, los habitantes de San Mateo del Mar, donde según datos del Censo población y Vivienda del 2020 del Inegi más del 90% conservan la lengua ombeayiüts, conviven con las mujeres zapotecas y su tradición comercial que ha convertido a Juchitán en el corazón económico de la región.
Todos los años, por ejemplo, las mujeres juchitecas se organiza entre comerciantes y rentan una camioneta para que las traslade desde esta ciudad zapoteca hasta la zona que habitan los ikoots, frente al mar. Allí están por espacio de seis días, desde el 30 de enero y hasta el 4 de febrero.
Instalan su campamento por las noches en la explanada del pueblo, en el mismo lugar que durante el día se convierte en un gran y colorido mercado indígena, donde lo mismo se venden chivos, iguanas, armadillos, patos, guajolotes, panes, camarones, pescados, toda la producción que nace de la agricultura de sus traspatios, que artesanías, textiles y dulces, como los que elabora y comercia Francisca.

Foto: Roselia Chaca
Mientras que en la entrada de la iglesia de San Mateo, santo patrono, una hilera de señoras ofrecen pequeños racimos de flores y albahaca, así como velas para depositar a los pies de la Virgen de la Candelaria, cuyo nicho está al fondo del altar de la iglesia.
En esta ocasión la fiesta se realizará a pesar de la advertencia lanzada por los Servicios de Salud de Oaxaca (SSO) que prohibe en todo el territorio oaxaqueño las fiestas patronales y religiosa, así como toda reunión social que aglomere personas.
En el caso de esta fiesta en honor a la Virgen de la Candelaria, pueden llegar a reunirse más de 10 mil personas por día el 1 y 2 de febrero. Aunque en la misma comunidad se pedía la no realización, finalmente se llevará a cabo con los habitantes, pero sin otros eventos como bailes masivos.
"Muchas de mis compañeras no irán a vender este año porque está crítica la situación, pero algunas irán porque es mucha la necesidad", explica Francisca cuando se le pregunta si las comerciantes zapotecas acudieran al encuentro con las ikoots.
En realidad, su asistencia es protagónica, pues muchas mujeres de San Mateo del Mar aprovechan el momento para realizar prácticas comerciales que no requieren de la moneda, como el trueque que realizan con las zapotecas de San Blas Atempa, Álvaro Obregón , Ejido Zapata , Huilotepec y Juchitán.
En esta especie de disidencia económica, el intercambio se da sobre todo entre productos del mar por verduras, fruta, comida o ropa. También es muy vistosa la venta de los productos elaborados con palma y caracol que se exhiben en el suelo.