Crónica. Juchitán: de la psicosis colectiva al llanto
Uno. Dos. Tres rugidos graves sin pausa salieron del fondo de la tierra en un lapso de 15 minutos. El reloj marcaba siete de la mañana con 52 minutos
Uno. Dos. Tres rugidos graves sin pausa salieron del fondo de la tierra en un lapso de 15 minutos. El reloj marcaba siete de la mañana con 52 minutos. Era el segundo sismo por arriba de los 5.8 grados de este sábado.
Después siguieron varios más por cuatro horas, unos intensos, otros leves, pero todos precedidos del estruendo.
Nadie se movió en medio de las calles. Las casas que se salvaron del terremoto del 7 de septiembre en esta ocasión no corrieron con la misma suerte, se derrumbaron. Cada sacudida obligaba en automático a la gente, familia o vecinos, abrazarse, rezar o llorar; a la par, el llanto de los perros era intenso.
El ¡Perdón Dios! en zapoteco volvió a la boca de las ancianas una y otra vez. Nadie regresó a sus viviendas.
Las cuarteaduras se intensificaron, el riesgo de nuevos derrumbes permaneció toda la mañana. La noticia de varios colapsos de edificios que se mantuvieron en pie por 17 días inundó las calles. Las autoridades confirmaron tres muertos, pero previo a ello se supo por las redes sociales.
El miedo, el colapso nervioso, la psicosis colectiva, la crisis de angustia, era lo que venía después de los rugidos de la tierra por cuatro horas. La tregua llegó después de las 12 del día; los movimientos se hicieron menos intensos y cada dos horas. Los helicópteros surcaban el cielo a baja altura, el gobierno realizaba las supervisiones aéreas.
Las familias comenzaron a organizarse y a crear nuevos campamentos en las calles, la prioridad era el resguardo; otros corrieron a los refugios comunitarios que se mantienen desde hace 17 días en campos, patios y escuelas. Otra vez comenzar de nuevo.
"Esto no es normal. No son temblores normales. La tierra ruge mucho, ruge con furia. Porqué Juchitán", cuestionaba entre todos los congregados en la calle, entre ellos Aquiles Orozco, vecino de la Octava Sección que perdió su casa en el primer temblor de la madrugada.
Su hogar de dos plantas fue censando por el gobierno pero nunca fue derribado a pesar de la gravedad de los daños; el temblor terminó por hacer el trabajo de la autoridad.
Después de varias horas de sacudidas, el cielo comenzó también a tronar, imitaba el sonido del rugido de la tierra. Sábado de terror; septiembre negro con una furia de la naturaleza que aún no termina.