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Actualmente, apenas riega la mitad de la superficie del campo proyectada, porque Petróleos Mexicanos (Pemex) consume el agua para la refinería de Salina Cruz, entre otras causas.

Este fue el primer fracaso en el intento por industrializar el campo en el Istmo de Tehuantepec, cuentan por separado los campesinos Tomás Chiñas Santiago, fundador de la asociación de artesanos Tona Taati, y Porfirio Montero Fuentes, exdirigente de los productores cañeros.
En 1989, la central dejó de operar y los tractores fueron llevados a Campeche. Se trató, indican, de un nuevo fracaso que lastimó al campo del Istmo.
“Desde la comodidad de una oficina, a alguien se le ocurrió promover la siembra de 10 mil hectáreas de arroz en 10 municipios del Istmo, pero nunca pensaron que ese cultivo exige agua en cantidades abundantes. El distrito de riego no tuvo la capacidad para surtirla y además, nunca pensaron que la región está a 16 metros sobre el nivel del mar, las tierras arroceras se cubrieron de sal”, detallan.

Con el cierre del ingenio, que se asentó en 129 hectáreas en el municipio de El Espinal, mil 500 trabajadores se quedaron sin empleos. “¿Por qué fracasaron esos programas?, porque no hubo agua suficiente y nadie tomó en cuenta la opinión de los istmeños y en cambio quisieron ajustar las necesidades del Istmo a las de la industrialización”, responden.
Ante ello, señalan que si el CIIT pretende impulsar el desarrollo del Istmo, debe tomar en cuenta todos los factores que propiciaron el fracaso de los diversos programas del pasado.

Jorge López Guerra, presidente de la Unión Ganadera Regional del Istmo de Tehuantepec (Ugrit) coincide y lamenta que el CIIT no impulse las actividades del sector primario y tampoco abra nichos de mercado para productores regionales. “Es un error traer industrias que alentarán el abandono del campo y la pesca”, advierte.