Vive sorgo tragedia en Oaxaca, campesinos abandonan siembra por falta de apoyos de gobierno
Según la presidenta del Sistema Producto Sorgo de Oaxaca, María Teresa Santiago Desales, de un total de 4 mil sorgueros del Istmo, sólo mil lograron cultivar sus tierras este año
Juchitán.— Los productores de sorgo de la región del Istmo de Tehuentepec admiten que están viviendo “una desgracia total” desde que el gobierno federal les canceló diversos apoyos, mientras que la administración estatal les negó 50% del costo de la semilla.
“Nos sentimos abandonados, y por esa razón, muchos dejamos de sembrar este año”, revelan los campesinos.
La presidenta del Sistema Producto Sorgo de Oaxaca, María Teresa Santiago Desales, comenta que de un total de 4 mil sorgueros del Istmo, solamente mil de ellos lograron sembrar. La mayoría no sembró por la falta de apoyos gubernamentales. Los que no lo hicieron o tienen deudas porque les fue mal el año pasado con su cosecha, o de plano no tienen dinero ni para la semilla.
Hace un año, el sorguero Claudio Corres Shibayama sembró 100 hectáreas con una inversión de un millón 200 mil pesos esperando una cosecha de 300 toneladas para vender cada una a 5 mil pesos y obtener un millón 500 mil pesos; sin embargo, las plagas y la sequía acabaron con 60 hectáreas, y de las 40 que quedaron y que logró cosechar, obtuvo menos de 50 toneladas; algo así como 250 mil pesos.
“Quedé endeudado, como muchos, y por esa razón no sembré en este año. Tan solo en mi grupo de sorgueros, que éramos como mil 300, en este año, mil de nosotros no sembró”, explica angustiado.
Claudio ahora espera que, del pasto estrella retoñado en sus tierras, logre reunir unas mil 500 pacas que planea vender por 60 mil pesos y pagar parte de su deuda.
Antes del arribo del actual gobierno federal, los sorgueros del país tenían apoyos para la comercialización, la adquisición de paquetes tecnológicos y para la compra de un seguro en caso de pérdidas por plaga, sequía o inundación.
Ahora, si un productor quiere asegurar su cosecha, debe pagar mil 400 pesos por hectárea, más los 12 mil pesos que cuesta sembrarla.
En consonancia con el gobierno federal, la actual administración estatal ya no apoyó este año a los sorgueros con la mitad del costo de la semilla. Actualmente, una bolsa con 20 kilos de semillas suficiente para sembrar una hectárea cuesta mil 800 pesos.
Por ello, si se les hubiese dado el apoyo, los sorgueros habrían recibido 13 millones y medio de pesos para la siembra de 15 mil hectáreas.
“Si en verdad el gobierno quiere apoyar el desarrollo del Istmo, debe darle todo el respaldo a la producción de sorgo porque este año, de 4 mil sorgueros, solo mil de ellos se arriesgaron a sembrar unas 10 mil hectáreas y quedaron sin sembrar 5 mil.
“Para el 2022, el grano va escasear y los ganaderos tendrán que comprarlo más caro en el norte del país”, menciona la lideresa de la organización.
Ahora la pregunta es qué pasará con los productores que no sembraron sorgo. Algunos, como el campesino juchiteco Jesús López, decidieron sembrar ajonjolí, cuyo precio por tonelada ronda por los 25 mil pesos.
Otros, que tienen dos o tres vacas, las van a cuidar, y quienes rentan tierras a las empres eólicas, que son los menos, van a esperar, como todos, a que regresen los subsidios.
El sorgo comenzó a cultivarse en la planicie del Istmo de Tehuantepec hace 29 años, cuando cerró sus puertas el ingenio José López Portillo de Juchitán y comenzó a ampliar su frontera, luego de que quebró la vetusta factoría La Tehuana, de Santo Domingo Ingenio, en el año 2005.
Fue así como se convirtió en alternativa a la caña de azúcar, ya que resistió a los fuertes vientos y produjo granos para la ganadería.
Sin embargo, a casi tres décadas que comenzó a sembrarse en el Istmo, el futuro del sorgo que vislumbran los productores es de muerte, sin los apoyos que tenían antes de 2018.
Para fines de diciembre próximo, los sorgueros esperan una producción de 20 mil toneladas. “El futuro se observa difícil”, expresan.
“Estamos viviendo una desgracia total”, insiste el sorguero Claudio Corres Shibayama, quien añade que en ese descenso en la producción, se van quedando sin empleos los choferes de las trilladoras, los pones y hasta el que espanta los zanates, y van perdiendo los comercios que venden la semilla, el fertilizante, las botas y las mochilas aspersoras. “Es una tragedia”, insiste.