Sin Todos Santos. Sismo también fracturó la celebración
Por la emergencia que vive Juchitán, muchas familias no conmemorarán a sus muertos; rezadores, los más afectados
Rogelia comienza la novena de las ánimas leyendo un librito escrito a mano, pero conforme avanzan los minutos se olvida de él y sigue los rezos de memoria, sin quitar la mirada del altar familiar. Lleva 38 años así, trazando el camino de las almas que regresan a su casa por primera vez en “Xandú” (Todos Santos).
Rogelia Aquino Vásquez es una de las rezadoras zapotecas que existen en Juchitán, pertenece a un selecto grupo de mujeres y hombres que con sus cantos litúrgicos frente al altar de los santos llaman a los muertos. Su voz es el camino que siguen los ausentes para llegar hasta los que fueron sus hogares terrenales.
Rogelia, como toda rezadora, es una especie de enlace entre lo terrenal y espiritual, es guardiana de rituales, pues se encarga de contar el tiempo e indicar en qué fecha deben comenzar los rezos y se deben incensar los altares. Pese a toda esa dimensión espiritual, Rogelia considera su actividad como un oficio, un oficio que se vio terriblemente afectado con el terremoto del 7 de septiembre.
No hay dinero para rezos
En años pasados, Rogelia comenzaba con la “cosecha de rezos”, como ella lo llama, desde el 22 de octubre y concluía hasta el 30. En otros hogares comenzaba el 23 y concluía el 31. Dice que visitaba por lo menos 10 familias al día para servir de guía a sus muertos. Todos Santos era su mejor fecha de trabajo.
Rogelia cuenta que el “Xandú” es el ritual celebrado para los muertos recientes. Cuando cumplen su primer año de fallecimiento, el rito se denomina “Xandú Yaa”, y se convierte en “Xandú Guiropa” en el segundo año.
“Yo era contratada desde que esa persona moría, le realizaba su rezo de cuerpo presente, luego sus nueve días, sus 40 días, hasta que cumplía un año, su “Xandú”; pero eso era antes del terremoto. Ahora, todo cambió porque los que iban a realizar su “Xandú” se quedaron en la calle, no tienen casa, no hay dónde recibirlos, ni modo que los reciban en la calle”, explica esta zapoteca de la quinta sección de Juchitán.
Este año, Rogelia había sido contratada para guiar el alma de ocho muertos a sus hogares este 30 y 31 de octubre, pero por la desgracia que dejó sin casa a más de 14 mil juchitecos, siete familias le cancelaron de última hora porque no tienen dinero ni casa para realizar el ritual, así que sólo se quedó con el llamado de una familia para rezar por nueve días.
Rogelia tiene una tarifa de 100 pesos al día por decir con devoción las oraciones. Por un novenario, la rezadora obtiene 900 pesos, por lo que este año tenía calculado ganar unos 7 mil 200 pesos. Cuenta que en estas fechas algunos rezadores llegan a obtener hasta 10 mil o 15 mil pesos por toda la temporada, pero en esta ocasión algunos ni un sólo rezo lograron por la crisis.
En la misma situación está el rezador Argenis Valdivieso López, de la octava sección de Juchitán. Argenis tiene más de 20 años en el oficio de encaminar con palabras a los muertos. Este año perdió 80% de sus rezos, ya que tenía el contrato de encaminar a 13 muertos, pero por la situación sólo se quedó con cuatro, lo que pone en aprietos su situación económica.
“Nos afectó mucho esta desgracia porque los que nos contrataron están en la calle debajo de las lonas sin casa o no tienen dinero para hacer todo el ritual, no creo que se suspenda, pero van a realizarse más pequeños, algunos sólo van a poner una mesita con pocas flores y frutas, sencillo. No pedimos muchos, pero si hacemos un llamado al gobierno para que nos voltee a ver porque a esto nos dedicamos y así como van las cosas ni en diciembre habrán rezos ni peregrinaciones”, argumentó este encaminador de almas.
En Juchitán, según Argenis, existen unos 200 rezadores que viven de este oficio y que, además de estar sin trabajo, también son damnificados. Argenis calcula que unos 160 de ellos se quedaron sin rezos y por lo tanto, sin recursos para celebrar los ritos en su propia casa.
A pesar de que en Juchitán Todo Santos solía ser una fiesta grande para las familias, este año los festejos quedarán pendientes, pues quienes perdieron sus casas no tienen si quiera un sitio donde poner sus altares y rendir honor a sus muertos.
En años anteriores, desde mediados de octubre, los pobladores planeaban su fiesta y empezaban con las labores de limpieza en el panteón y sitios públicos, pero hasta este momento, el camposanto permanece como quedó después del sismo.
Por esta razón, los vendedores de flores, como cempasúchil, prevén ganancias escasas, pues en estas fechas ya tenían listos los pedidos; pero este año, creen, muchos muertos que se quedarán sin flores.