Heroínas anónimas, protagonistas de la reconstrucción
Cocineras no reciben remuneración por su labor; pese a adversidades, han sido apoyo de otros
Gabina Vásquez Luis cumple en un par de meses 84 años. Le cuesta un poco moverse, pero desde hace dos meses y medio prepara comida para 40 personas en su pequeña cocina comunitaria de la Quinta Sección de Juchitán. Esta actividad, dice, le ayuda a no deprimirse pues todos los días tiene que ver el esqueleto de lo que fue su casa, destruida por el sismo del 7 de septiembre.
Esta anciana, de oficio bordadora y tabernera, tiene la fuerza para coordinar a tres cocineras para la preparación de los platillos tradicionales. A partir de las dos de la tarde la comida comienza a repartirse a quienes se forman con sus platos o cubetitas.
Gabina y las demás cocineras dejan sus actividades personales para dedicarle a la cocina hasta cuatro horas de su día. Y todo sin recibir remuneración alguna, sólo el mismo plato de comida que preparan para los demás.
Pero ni la labor desinteresada de Gabina por los damnificados basta para despertar la solidaridad, pues narra que hay quienes buscan cerrar su cocina comunitaria. En una ocasión, por ejemplo, un vecino se subió al techo y con una manguera roció agua a la comida que estaba en el fuego; todo porque el humo llegaba hasta su casa.
“Ha sido difícil mantener la cocina, no por el dinero o los víveres, gracias a Dios tenemos una donadora de Estados Unidos que nos ayudará llegar hasta el último día de diciembre, sino por lo cansado de preparar comida para 40 personas, y lidiar con las personas que se molestan por el trabajo que hacemos”, detalla esta zapoteca, quien en su juventud fue trabajadora doméstica en el departamento de estudiante del ahora ex presidente Felipe Calderón.
Pero aunque las donaciones terminarán con el último día del año, la preocupación de Gabina no es tener qué comer a partir del 1 de enero, cuando la cocina comunitaria cierre, sino reconstruir su casa. Los 120 mil pesos, dice, le alcanzarán, cuando mucho para construir un cuarto de block.
Como Gabina, al menos 100 cocineras comunitarias siguen su trabajo solidario tan sólo en Juchitán. Se trata de cocinas sostenidas por la sociedad civil y artistas, pues los comedores del DIF y del Ejército se levantaron dos meses después de la contingencia, cuando el gobierno federal dio por concluido la ayuda humanitaria.
Lucelia, la constructora. A media hora de Juchitán está Unión Hidalgo, municipio con más de siete mil viviendas dañadas, según el censo de la Secretaría de Desarrollo Agrario Territorial y Urbano (Sedatu). Ahí, desde el segundo día del terremoto, los primeros en ayudar a los damnificados fueron los mismos habitantes, después llegaron las organizaciones sociales y por último el gobierno.
Una de las habitantes que comenzó a construir refugios temporales, primero para su abuela y luego para otros ancianos, fue Lucelia Juan Castillo, una ama de casa de 36 años que formó la Red de Solidaridad Binni Gubiña, junto con sus amigos radicados en la Ciudad de México. Sus amigos recolectaron madera, laminas, clavos, tarimas, sillas y cemento que enviaron en los primeros días de la contingencia. Lucelia, animada por las donaciones, comenzó la construcción de un refugio temporal de madera para su abuela que perdió su casa por la fuerza de la tierra.
Al ver la respuesta de los donadores, con la ayuda de su familia siguió en la construcción de un segundo refugio para Gregorio Martínez, de 95 años, quien también perdió todo. Un tercer refugio donde participó directamente fue con el anciano Tirzo Castillo López, del Barrio Pescador. Todos los beneficiados son ancianos que no podrían reconstruir sus viviendas.
El material que Lucelia y su familia utilizó es reciclable: además, para la construcción de los refugios provisionales se sumaron vecinos de los beneficiados a través del “tequio”. Durante dos meses y medio han construido siete refugios temporales de madera, seis en Unión Hidalgo y uno más en la población de Chicapa de Castro.
Pero no sólo ha construido refugios, también hornos de tortillas para alentar la reactivación económica de las productoras de totopo. En las primeras semanas recorrió Unión Hidalgo preguntando y visitando a las mujeres que perdieron sus espacios de trabajo. Con las ollas y cemento, que recibió de los donativos, armó un equipo de voluntarios para armarlos.
Lucelia no es la única mujer que de manera voluntaria, y sin recibir un sólo peso, ha participado en la reconstrucción de su pueblo, son muchas y todas son anónimas.