Con juegos ancestrales de madera como El coyote y las gallinas, un artesano rescata esencia de Oaxaca
Moisés elabora juguetes artesanales a base de madera; su padre, Cresencio, le heredó el amor por estos artículos con los que, asegura, busca recuperar la identidad oaxaqueña
Huitzo.— Moisés Ruiz García era aún un niño cuando su padre le enseñó el juego El coyote y la gallina pero como no tenía el dinero para comprarlo, optó por dibujarlo en la tierra y jugarlo con piedras.
Este es el origen por el que más tarde iniciaría una empresa familiar dedicada a la elaboración de juguetes tradicionales y educativos a base principalmente de madera.
Chiripas es el nombre de la empresa, a la que formalmente nombró hace poco más de 15 años, aunque tiene muchos más años de existencia que no alcanza a calcular. Se encuentra en San Pablo Huitzo, un municipio de la región Valles Centrales de Oaxaca.
Foto: Mario Arturo Martínez
Su intención es rescatar los juguetes ancestrales y recuperar la identidad de los oaxaqueños. “No hay nada nuevo aquí”, puntualiza Moisés Ruiz, quien tiene 64 años y se asume como un mixteco de “raza pura”.
El amor e interés por los juegos, afirma, es una herencia de su padre, Crescencio Ruiz Maldonado. “Mi padre jugaba mucho, nos enseñó a jugar desde baraja, el burro castigado, el conquian y mi mamá, otro carácter, muy mandona.
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“Siempre a mi papá lo opacaba. Y mi mamá le decía a mi papá: ‘En vez de que juegues, ¿por qué no les enseñas a trabajar? Estás creando una bola de huevones’ y mi papá decía: ‘No le hagas caso, vamos a echarnos otro partidito, si quieres la apuesto y ni así la pierdo’. Mi papá nos enseñó un clásico que se llama el coyote y las gallinas, que es como el ajedrez, pero como mi padre era tan pobre no tenía para comprarnos ese juego que venía en un cartón, entonces lo que hizo fue en el suelo y con piedritas a jugarlo”, rememora el hombre.
Foto: Mario Arturo Martínez
Moisés Ruiz relata que vio a su padre muy viejo y se cuestionó el hecho de que algún día ya no estuviera y cómo se podría recordarlo, qué herencia le dejaba, qué fue lo más bonito que pasó junto a él. Así, se respondió que fueron los juegos.
Entonces tuvo la idea de reproducir el coyote y las gallinas y empezarlo a enseñar.
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Este juego consiste en un tablero de alquerque en donde un jugador escoge a las gallinas, que son 12, y otro jugador al coyote, que es una pieza.
El objetivo es cercar el coyote para que no pueda comerse las gallinas o viceversa, que el coyote coma la mayor cantidad de gallinas saltando sobre ellas, moviendo las piezas en las casillas vacías.
Foto: Mario Arturo Martínez
Cuando lo empezó a enseñar, las personas le pidieron que les hiciera uno similar para jugar con sus familias; y fue pasando de voz en voz, las personas llegaban a su casa para pedirle también que les vendiera uno.
El siguiente juego que elaboró, a recomendación de uno de sus clientes, fue el que se llama Come solo.
A estos le siguieron muchos más y actualmente elabora juegos con fines educativos como distintos tipos de dominó: de zoológico, frutas, figuras geométicas; tablas de multiplicar, abecedario y conjuntos; así como yoyos, baleros, trompos, toma todo, xilófonos, regletas, carritos de madera, entre otros.
Foto: Mario Arturo Martínez
Conforme le fueron comprando más juegos, en su familia decidieron hacer una empresa similar y se pusieron a producir muchos juguetes, que luego ya no se vendían.
Por un momento, recuerda, creyeron que ya no podrían levantar su empresa; pero fue la persistencia y el enfoque de rescatar su identidad, lo que los hizo mantenerse.
“Para mí todos los juegos son importantes. El coyote y la gallina lo quiero mucho porque ahí empezó todo”, afirma.