'El Tlacuilo', el pintor oaxaqueño que con talleres para niños busca “llenar de artistas” a Zimatlán

En entrevista, Modesto Bernardo está convencido que el arte forma personas más sensibles que perciben la vida de otra forma, algo necesario para esta época

Foto: Juan Carlos Zavala
Sociedad 12/11/2020 12:29 Juan Carlos Zavala Oaxaca Actualizada 12:30

Zimatlán de Álvarez.— Una vez alguien le cuestionó a Modesto Bernardo “El Tlacuilo”, sobre su necedad de continuar con talleres de plástica a niños, niñas y adolescentes de Zimatlán de Álvarez, a través de la fundación que lleva su nombre. 

En tono de burla, le dijeron que pretendía llenar de artistas al pueblo y que eso no servía. Su respuesta fue que no quería artistas, sino personas más sensibles, “porque en este momento es lo que más necesitamos”.

“En este momento”, reafirma su respuesta, “el arte tiene esa función: acercar a la gente a otra forma de percibir la vida”. El arte, sostiene, sigue teniendo una función social y el único problema es que se diversifica, “es mucho más compleja (esa función social), como todo en la sociedad”.

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Foto: Juan Carlos Zavala

Modesto Bernardo nació el 24 de febrero de 1963 en Zimatlán de Álvarez, un municipio de los Valles Centrales de Oaxaca, ubicado a 31 kilómetros de la capital del estado. 

Hace poco más de dos años, decidió enfocarse prioritariamente en la producción de su obra; algo que nunca ha abandonado, pero que ocupaba apenas el 10% de su tiempo porque el resto lo había dedicado a participar en movimientos sociales y políticos de Izquierda.

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La obra de “El Tlacuilo” no puede clasificarse en una sola línea, porque va del indigenismo al arte abstracto y a la experimentación. Cada material, dice, tiene su propia belleza y posibilidades nuevas, y el arte contemporáneo ha roto todos los esquemas.

“Hay puristas del arte, yo lo fui en su momento; bueno, no purista, sino que respetaba mucho la técnica. La sigo respetando, creo que primero debe dominar la técnica para después experimentar. El artista es como un niño, en constante experimentación”.

Su madre era ama de casa, comerciante y campesina, “chambeadora” como la describe el artista; su padre era campesino que un día decidió emigrar hacia los Estados Unidos, un país que le gustó tanto que decidió quedarse allá y nunca acordarse de su familia, hasta que regresó a los 80 años.

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“Tiene su lado bueno, cuando falta algo desarrollas habilidades, no por gusto, sino con chingadazos”. Y agrega: “Estamos jodidos, pero no por pendejos, sino porque somos tercos en lo que hacemos, en lo que nos gusta”.

Los pasos de “El Tlacuilo” se remontan a diferentes momentos del movimiento social en Oaxaca que van desde la lucha estudiantil de los años 1976 a 1978 cuando fue parte del Frente Estudiantil Oaxaqueño (FEO), su participación en el Frente Nacional Democrático Nacional como miembro de la estructura de Derechos Humanos y que le permitió recorrer casi todo el país, en la fundación del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en el estado, entre otros.

A los seis años, relata, inició su formación política cuando asistía a las reuniones del movimiento comunero en Zimatlán de Álvarez. Sin saber leer, observaba a personas en las que percibía un deseo por querer algo nuevo para la comunidad. La segunda etapa de su formación empezó cuando ingresó a la escuela secundaria Federal número 1 y con el inicio de la Revolución de Nicaragua: “la más humana, lo sigo sosteniendo”, puntualiza.

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Bernardo Modesto decidió estudiar Arquitectura en la Facultad “5 de Mayo” de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca (UABJO) y paralelamente se inscribe en Bellas Artes de la misma casa de estudios. La primera carrera profesional, la abandonó al poco tiempo.

“Lo primero que me hizo hacer gráfica fueron los movimientos sociales. Entendía que México no podía permanecer así, que había que hacer algo para cambiar. Aunque en un principio el arte no se visualizaba como un objetivo, sino como un distractor”.

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De ahí se explica que llegó dos meses tarde a su primera clase: “recuerdo llevaba a penas media hora de clases cuando el maestro me elige (quizá por molestarlo porque confiesa que desde el primer momento no se cayeron bien) y a una compañera, la mejor de la clase, para participar en un concurso nacional de cartel. Gané el premio nacional con media hora de clase. Esa fue mi puerta de entrada al arte, por ese premio conocí a muchas vacas sagradas”.

Su ideología, dice, continúa a la Izquierda y esto, no ha abandonado su obra. Advierte que el arte no puede apartarse de las necesidades humanas y ahora cargarse a una sola vertiente (ideológica), advierte, en esta época “sería pendejo decir que hay una sola verdad”.

“Hay cosas, teorías, en las que yo creía como inamovibles y ahora se desmoronan”, explica; sin embargo, asegura que el arte tiene una función social que es inherente al ser humano y lo que la legítima es la honestidad con la que se produce. “El arte, sin ser panfletario, tiene que marcar tu época”, sentencia.

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