Tututepec.— Los 12 niños corren hasta la mitad del domo central de San Marquitos, pueblo negro que se fundó hace 47 años después del paso de un huracán por la Costa.

Visten trajes negros y camisas con manga larga, portan máscaras de cartón pintadas de negro con largas tiras negras de nylon que simulan el pelaje de la cola de los caballos; en los primeros acordes y siguiendo las instrucciones de la maestra Chivis, inician la danza de Los Diablos, una amalgama entre lo afro, indígena y europeo.

Silvia Patricia García Catana, afrodescendiente de 32 años, nació en San Marquitos, agencia de Villa de Tututepec. En el pueblo es conocida como Chivis y es la fundadora del primer grupo dancístico de Los Diablos en la comunidad, cuyo único fin es reforzar la identidad negra en las infancias.

 

Foto: Roselia Chaca

 

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Silvia nunca se avergonzó de su origen negro, pero tampoco se atrevió a salir del pueblo, pues así evitó sufrir discriminación por su color; cuenta que tomó conciencia de su identidad cuando comenzó a asistir a los encuentros de mujeres afros, de organizaciones que luchaban por el reconocimiento institucional.

También fue en esos espacios donde observó por primera vez el baile de Los Diablos, pieza que identifica muy bien la tradición de los pueblos afrodescendientes de la Costa Chica de Oaxaca y Guerrero.

Aunque no hay una fecha de origen precisa, según los investigadores, esta danza se ejecuta el 2 de noviembre; los danzantes representan a seres que ahuyentan a los muertos.

 

 

Foto: Roselia Chaca

Los participantes visten con sacos negros, máscaras de madera con cuernos de venado y orejas de burro; además, se cubren el rostro con largas barbas hechas del pelaje de la cola de los caballos.

El grupo de 12 integrantes lo encabeza el Diablo Mayor, quien carga un látigo que azota en el suelo, y La Minga, un personaje vestido de mujer que carga un bebé. Según algunos estudios, este baile se originó a partir de un ritual dedicado a una deidad africana.

Esta representativa danza es la que Silvia García eligió como primer proyecto para los niños de San Marquitos, pero al no contar con los recursos ni el apoyo de nadie, lo implementó como parte de un proyecto escolar en la carrera de pedagogía, el vestuario y las máscaras lo elaboraron entre todos con los recursos que tenían a la mano y material reciclado.

 

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Ella comparte que comenzó por su propia casa, así que sus dos hijos y uno de sus sobrinos fueron los primeros en anotarse en el proyecto.

“Yo creí que no iba a funcionar, pero un día puse el anuncio en el altavoz del pueblo y que se acercan los niños. Fue así que comenzamos, sin nada. Los pasos se lograron con la ayuda de una maestra, Anaí de Collantes, ella nos enseñó, luego yo seguí instruyendo a los niños y así poco a poco ya se saben los pasos, ellos solos saltan al escuchar la música, se emocionan. Se estrenaron el 25 de abril en las fiestas, con la bendición del padre”, explica la maestra.

El siguiente paso es conseguir la donación de los instrumentos musicales para acompañar a los niños, mientras tanto, utilizan música pregrabada y se divierten mostrando sus pasos a los adultos.

 

Foto: Roselia Chaca

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