Por pandemia, Claudia convirtió una banqueta en un salón de clases para su hija de 8 años
Sin televisor en casa ni celular donde tomar clases, la pequeña Guadalupe acompaña a su madre y su triciclo de dulces a vender, mientras se esfuerza en aprender a leer y escribir
Juchitán de Zaragoza.— En la calle 16 de Septiembre de Ciudad Ixtepec, frente a una tienda departamental, Claudia Meléndez se estaciona cada día con su triciclo cargado de golosinas para vender.
Casi todos los días la acompaña su hija Guadalupe del Rosario, de ocho años, así que mientras espera que lleguen los clientes convierte la banqueta en un salón de clases donde intenta enseñarle a leer y escribir.
Guadalupe cursa el segundo grado de primaria, pero arrastra un rezago escolar y aún no termina de aprender a leer y escribir bien.
Foto: Roselia Chaca
Ahora, con la educación a distancia, su situación se agudiza más, pues necesita una atención especial que su madre no le puede ofrecer.
El miedo a dejarla sola en su casa mientras sale a vender obliga a Claudia a llevarse a la niña con ella, pues su otro hijo también trabaja como ayudante en una carnicería y su esposo como estibador, así que nadie puede cuidarla durante esas horas.
“Todos en la casa salimos a trabajar: mi esposo, mi otro hijo y yo. Es peligroso dejarla en la casa sola, hay muchos peligros para una niña, así que yo me la traigo y, como tiene que aprender, ella trae su libreta y su libro. Aquí le ayudo en lo que puedo y ahí va avanzando, poco a poco”, explica Claudia, de 46 años.
La familia no tiene televisor en su vivienda, por lo que esta opción de enseñanza está descartada para la niña.
Foto: Roselia Chaca
Tampoco tienen un celular para recibir clases en línea, así que la opción que queda es la de aprender a través de un cuadernillo que adquirieron por 60 pesos, en el que la niña practica.
Además, cada semana recogen la tarea que entrega la maestra de manera presencial en las instalaciones de la primaria.
“Teníamos una tele, pero hace años dejó de funcionar porque se fue la señal y pues ya no sirvió, la tiramos con el tiempo.
“Cada semana voy a traer la tarea que deja la maestra y le entrego lo que la niña hizo. Así vamos, porque nada más no hay para cuándo regresen a la escuela”, relata la madre.
Antes de ocupar la acera del restaurante El Típico junto con otra vendedora, Claudia ofrecía sus productos en la entrada de la tienda departamental, pero la gerencia los desalojó por ser ambulantes, así que el dueño del restaurante les permitió ocupar su banqueta y las defiende de la policía vial y municipal cuando quieren levantarla.
A pesar de la pandemia, Claudia está obligada a salir a vender. Aunque el virus sigue activo en estas tierras zapotecas, la mujer llega a su lugar a las dos de la tarde y, si la venta es buena termina, cerca de las seis; si no, recorre las calles y algunos barrios de Ixtepec ofreciendo elotes, esquites, chicharrones, pepinos y palomitas hasta entrada la noche.
Foto: Roselia Chaca
Cuando esto pasa y la noche las sorprende, el cansancio vence a Guadalupe, por lo que su madre la acomoda en una rendija del triciclo para dormir.
Sólo cuando su hermano mayor descansa es cuando la niña puede quedarse en casa.
Son esos días cuando Guadalupe recibe la ayuda de su hermano para desenredar las letras y los números, pues es el único de la familia que terminó la preparatoria y, mientras espera ingresar al Ejército Mexicano, se emplea en una carnicería.