Sueñan haitianos con crear una colonia de migrantes para asentarse en el Istmo de Oaxaca
Tras sobrevivir a la violencia de la zona selvática del Tapón de Darién, al menos 60 extranjeros buscan establecerse en territorio oaxaqueño, por lo que piden tierras para iniciar una nueva vida
Juchitán.— Al menos 60 migrantes haitianos, que sobrevivieron al infierno del Tapón del Darién, entre Colombia y Panamá, renunciaron a su sueño de cruzar México para llegar a la frontera y buscar asilo y una mejor vida en Estados Unidos.
“Ya vimos que allá no nos quieren. Preferimos quedarnos en México como refugiados y construir nuestros sueños de esperanza y desarrollo”, dice el pastor protestante Jean Wilbert Milfivier.
Los 60 haitianos, entre ellos 12 niños menores de cinco años y unas 30 mujeres, viven por ahora en el albergue Hermanos en el Camino, —que fundó el sacerdote Alejandro Solalinde en febrero de 2007 en Ciudad Ixtepec—, en cuya vieja estación ferroviaria se juntan los trenes que vienen de Veracruz y Chiapas. Llegaron hace dos meses luego de una travesía que los obligó a cruzar por 10 países.
“Queremos que México nos abra los brazos. Nuestro sueño es vivir, crecer y desarrollarnos aquí en Ciudad Ixtepec o en algún lugar cercano, donde nos puedan donar las tierras para construir una colonia, tener escuelas para los niños, abrir negocios y talleres para sobrevivir”, dice el pastor de 35 años.
Al respecto, Solalinde Guerra comenta que tiene el propósito de auxiliar a los migrantes haitianos que buscan que la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) y el Instituto Nacional de Migración (INM) les otorguen la figura jurídica de refugiados, con la finalidad de que se queden a vivir en cualquier entidad de México.
En el caso de los hermanos haitianos que están en el albergue, dice el sacerdote, “haré una petición formal ante las autoridades del comisariado de bienes comunales de Ciudad Ixtepec para que, en términos de donación, nos faciliten una pequeña superficie para crear una comunidad de haitianos en el Istmo de Tehuantepec”, adelanta.
Revela que en el caso de poco más de 400 haitianos que se encuentran en la Ciudad de México, ya tiene avanzadas las gestiones para que vivan en una de las comunidades del estado de Michoacán. Ahí, dice, les dieron 10 hectáreas de tierras. “En estos días iremos en una comisión para que se presenten ante el Consejo de Ancianos”, añade.
De acuerdo con cifras de la Comar, hasta fines de septiembre de este año, un total de 26 mil haitianos han solicitado que se les otorgue el estatuto de refugiados en México, cifra más de cuatro veces mayor a los casi 6 mil ciudadanos de Haití que pidieron refugio el año pasado. Ahora son muchos más los que abandonan el país porque ha crecido la violencia, explica Jean Wilbert Milfivier.
La migración de haitianos en este año también creció tras el asesinato de su presidente Jovenel Moïse, en julio pasado, y se desbordó luego de que un nuevo terremoto sacudió a ese país caribeño. Ambos factores desataron la violencia protagonizada por bandas de delincuentes que se han dedicado a asaltar y asesinar a las familias, comentan los haitianos en el albergue.
“Yo estoy convencido de que debemos ayudar a los haitianos, no podemos ni debemos ser racistas o xenofóbicos como son algunos sectores de Estados Unidos. Los haitianos son trabajadores, estudiosos y productivos. Salieron de su país por el desempleo, el hambre y la violencia, y en la búsqueda de sus sueños han arriesgado la vida”, detalla el sacerdote Solalinde.
En el albergue, con los espacios llenos por los salvadoreños, guatemaltecos, hondureños y nicaragüenses que están tramitando una visa humanitaria para vivir un año en México y después buscar la forma de seguir hacia EU, los haitianos hacen gala de sus habilidades. Unos son estilistas, otros albañiles, hay mecánicos, docentes, enfermeros y comerciantes.
“Con los centroamericanos, algunos de ellos que han abandonado la caravana que recorre por ahora los pueblos del Istmo en su ruta hacia la Ciudad de México, estamos trabajando con el INM para que se les agilice en el puerto de Salina Cruz, sus visas humanitarias, pero mientras permanecen en el albergue, tienen opciones para estudiar”, explica el sacerdote.
Por ahora, por ejemplo, en el albergue Hermanos en el Camino hay niños que estudian el nivel preescolar o primaria, también hay jóvenes que cursan la secundaria y el bachillerato, todo con el apoyo de la Secretaría de Educación Pública (SEP), que ha facilitado las claves educativas; recientemente instructores del Instituto de Educación para Adultos (INEA) empezaron a ofrecer sus asesorías.
“Así queremos vivir, con escuelas, medicinas, talleres de oficios, con paz, queremos dejar atrás la violencia de Haití, el infierno al que sobrevivimos entre Colombia y Panamá, en el Tapón del Darién, una zona selvática en donde pandilleros violan, asaltan y matan. Queremos soñar y vivir”, dicen.