Extranjeros huyen de África por violencia y encuentran "polleros" y abusos en Oaxaca
Aunque en su mayoría cuentan con más recursos, migrantes africanos que cruzan por Oaxaca son más propensos a los abusos de transportistas y autoridades, sobre todo por la barrera del idioma
Oaxaca de Juárez.- El día transcurre con normalidad en la periferia de la ciudad de Oaxaca, un día en el que el tráfico de la aumenta en la hora de entrada a las escuelas.
Pasan algunos minutos de las 8:00 am y a esta misma hora, corridas de autobuses arriban a la terminal de primera clase de la capital oaxaqueña; de los vehículos descienden decenas de personas migrantes que van hacia la Ciudad de México.
Desde el pasado mes de diciembre, reportan activistas, la presencia migrante ha crecido de manera considerable; sin embargo, hace meses, la mayoría procedían de Honduras, El Salvador y Venezuela, actualmente, migrantes de Haití, Tailandia y Sudáfrica han arribado cada vez con mayor frecuencia a la ciudad.
Según cifras proporcionadas por la Secretaría de Gobierno del estado de Oaxaca a EL UNIVERSAL, sólo entre el 20 de mayo al 28 de agostos pasado se ha reportado un flujo de 66 mil 508 personas migrantes en tránsito, siendo julio, el mes de mayor presencia, pues la dependencia señaló que el mes pasado la concentración de personas migrantes alcanzó las 40 mil personas.
En la terminal de autobuses ADO, un grupo de personas procedentes de Sudáfrica intentan tomar un taxi, y a pesar de que el sitio es una base de este tipo de transporte, ningún conductor les abre la puerta, por el contrario, avanzan sin tomarles en cuenta.
Quienes provienen de países africanos se agrupan y se concentran en puntos en torno a la terminal. Entrevistarles es una tarea complicada, pues no hablan español, además, ante la barrera del lenguaje se muestran temerosos, callados.
Entre los grupos de personas procedentes de países africanos viajan también niñas y niños de diferentes edades, quienes permanecen sentados al lado de las y los adultos, sin hablar.
Visten ropa que simula a prendas de marca, con celulares en mano y al menos tres maletas cada uno; al acercarse a los grupos, aseguran ser turistas y haber llegado sólo para conocer la ciudad de Oaxaca. Una pareja de mujeres, por ejemplo, señala ser francesa, negándose a ser entrevistadas en calidad de migrantes. "Nosotras, no. Llegamos a conocer", afirman, pese a que hacen fila como el resto para adquirir boletos y viajar en autobús a la CDMX.
No es una misión sencilla. Los migrantes refieren que en ocasiones la espera para poder comprar un boleto a cualquier destino demora hasta cinco días.
En pasados días, la empresa de Autobuses de Oriente (ADO), en sus corridas de Juchitán de Zaragoza a la capital de Oaxaca, limitó la venta de boletos a personas migrantes, luego que se saturara la terminal.
El acceso a los boletos de Juchitán a la ciudad de Oaxaca y de la ciudad de Oaxaca a la Ciudad de México escasean. Durante su espera, las personas en tránsito duermen en la terminal o en las calles aledañas, en la Central de Abastos o en otras terminales, cruceros y camellones. Pero en su mayoría son sudamericanos, pues los africanos cuentan con un poco más de recursos para no pernoctar en las calles.
Hasta el momento, lamentan quienes esperan a reunir dinero o a alcanzar un boleto, las políticas humanitarias de los tres órdenes de gobierno son escasas. Quienes les ofrecen ayuda son las personas que llegan con comida o a ofrecer empleos por hora.
Aprender el idioma
En su estancia por México y Latinoamerica, las personas que buscan llegar a Estados Unidos, desde África, aprenden algunas palabras para poder sobrellevar su estancia.
"Café de olla", "cigarros", se escucha entre voces extranjeras enfrente de la entrada de la terminal, donde hay puestos ambulantes que llegan desde las 5:00 de la mañana para vender atole y tamales a mexicanos y extranjeros.
La señora, que "despacha" vasos de café de olla a 20 pesos, dice que cada vez es más sencillo comunicarse con las personas migrantes que no son hablantes de español. "Café" es una palabra fácil de identificar, además a través de señas, las transacciones comerciales son en su mayoría exitosas.
En la puerta espera un hombre de sudadera gris, quien se identificó ante este medio como de nacionalidad dominicana. El sujeto aborda a los grupos, principalmente que arriban de países africanos para proponerles llegar a Estados Unidos en 15 días, llevarlos con "polleros".
Su presencia es advertida entre los grupos y, poco a poco, la información llega a las y los interesados.
A unas cuadras, en una tienda Oxxo, donde migrantes de Centroamérica esperan sentados en el suelo, se hace presente un grupo de hombres, son ellos, aparentemente con quienes el sujeto de sudadera gris, encargado de abordar a los grupos, manda a las y los migrantes que tienen interés en pagarles por viajar a Estados Unidos.
Son cuatro, y aunque están en la misma zona, no pertenecen a los grupos de personas migrantes que se ven agotados, con hambre y sueño.
Los hombres esperan, dan información y piden el 10% de lo que cuesta el viaje a Estados Unidos y un teléfono de contacto que avale el compromiso de pago.
La mayoría conoce la información y vuelve a la terminal a comentarla con sus acompañantes.
En una de las bancas de la terminal, Christian, quien se define como afrohaitiano y afirma que espera el autobús que lo llevará a la Ciudad de México a las 23:00 horas, accede a hablar para este medio a cambio de algo para comer. En sus brazos descansa Gloria, su sobrina, quien tiene 17 días de nacida y es hija de su hermana de 14 años.
El joven de 23 habla escaso español, su lengua es el francés, como el 95% de la población de su país. Comenta que salieron de su tierra huyendo. Un día, su hermana salió a la tienda y fue violada por un hombre que ahora les persigue y busca para matarles.
Por ello, emprendieron un viaje que se complicó en Honduras, donde Gloria nació mientras se encontraban en tránsito. Los últimos cinco días, en su paso por Oaxaca, Christian no ha dormido por cuidar a su sobrina, mientras su hermana, su primo y su hermano descansan.
Mientras tanto, uno de sus familiares les apoya económicamente, enviándoles dinero, pero no es suficiente.
En Haití, Christian y sus dos hermanos pequeños dejaron su casa, su escuela, su empleo y a su madre, que espera que lleguen con bien a su destino.
"Estamos avanzando hacia la Ciudad de México, llegando allá decidiremos el plan a seguir para mantenernos a salvo. Dejamos a nuestra familia y nuestra casa. Como nosotros hay muchas otras personas", afirma.
Poco después de culminar la entrevista, Christian enfila hacia donde los supuestos polleros esperan a pactar la promesa de un viaje clandestino a Estados Unidos.