Crean juego para que no muera el zapoteco
Tripa de Palabras busca promover en niños la lengua; Francisco Toledo y Camino de la Iguana, los impulsores
“La escritura, sin demeritar a la oralidad, es lo más valioso de toda la civilización (...) los ancianos zapotecas leyeron lo que nunca se escribió y sus primeras letras fueron las estrellas, la luna y el sol...” eso es lo que escribe Víctor Cata sobre el juego de mesa Tripa de Palabras una herramienta didáctica para la enseñanza y preservación del zapoteco.
El juego nació del proyecto El Camino de la Iguana, iniciado en 2012, y que promueve la preservación del zapoteco y su enseñanza a niños en escuelas y espacios públicos con el respaldo del artista juchiteco Francisco Toledo, a través del Centro de las Artes de San Agustín (CaSa).
Además de Víctor Cata, lingüista, poeta e historiador zapoteco, originario de Juchitán de Zaragoza, en Camino de la Iguana colabora la poeta Natalia Toledo, hija del pintor.
El lingüista explica que el proyecto busca que no muera el zapoteco e inició con pocos materiales didácticos, muchos de ellos inventados sobre la marcha, fue así que poco a poco fueron creando materiales que contribuyeran a la enseñanza del zapoteco, pero con el atractivo de que se realizará de manera lúdica. Así nació el juego Tripa de Palabras.
Letras infinitas
El juego de mesa consiste en un tablero y un saco que contiene 214 tablillas con el alfabeto en zapoteco. Se trata, dice Cata, de “214 posibilidades que permitirán formar una infinidad de palabras... todas las palabras que queramos desde este idioma”, detalla. El juego se diseñó pensando en la difusión del zapoteco hablado en el Istmo de Tehuantepec, una de sus variantes principales.
Además del lingüista juchiteco, en la concepción del juego participó Hazam Jara, director de producción artística del CaSa, Daniel Brena y Nelson Guerra, ganador de los premios CaSa en 2016.
Uno de sus creadores, Daniel Brena, cuenta que pasó un año desde que la idea era un embrión hasta que se materializó, siempre siguiendo la idea del pintor Francisco Toledo de poner el arte y el diseño al servicio de las propuestas culturales y sociales, señala.
Al respecto, Hazam Jara, otros de los creadores, comenta que uno de los retos del juego fue lograr plasmar en las fichas una lengua tan compleja como el zapoteco, por lo que tuvieron que aumentar el número original para poder incluir todo el alfabeto.
Aunque en un inicio Tripa de Palabras estaba pensado como un juego de papel, la solidez del proyecto lo hizo acreedor a un estímulo económico del Programa de Apoyo para la Docencia, Investigación y Difusión, impulsado por la asociación civil Amigos del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (Iago).
Gracias a ese impulso, los creadores pudieron fabricar fichas de madera, en las cuales las letras se tallaron con láser. También se incluyó un tablero plastificado y un saco portador para las fichas. Con los cambios de los materiales de fabricación, explican los creadores, aumentaron la durabilidad.
Preservar jugando
Para jugar Tripa de Palabras la dinámica consiste en que los jugadores se sientan alrededor del tablero para tomar turnos y componer palabras con las fichas. Aprendizaje y diversión de un sólo tiro.
Nelson Guerra, tallerista desde hace ocho años, explica que el hecho de que existan materiales didácticos para enriquecer la enseñanza del zapoteco es una experiencia positiva que sirve para aumentar el dinamismo en las sesiones de enseñanza.
“Aquí se reúnen varios de los elementos fundamentales para la preservación de las lenguas. El entorno familiar es fundamental para la preservación de una lengua materna, también la convivencia”, resalta. Además, considera que juegos como Tripa de Palabras refuerzan e incentivan el aprendizaje en aquellas personas que hablan zapoteco, pero no lo escriben.
Este juego se suma a otros materiales lúdicos pensados para evitar que muera el zapoteco, como las “Fábulas de Esopo” textos que fueron traducidas por Toledo para propiciar el hábito de la lectura entre los hablantes de la lengua del Istmo. Después surgió el disco de colores para denominar “los matices que la 'gente nube' conoce”, señala Víctor Cata.
Además, se han creado un memorama y una lotería en zapoteco, con ilustraciones con nombres de animales y números, así como libretas para iluminar con dibujos nombrados en esa lengua. Ahora, ya preparan el lanzamiento de cuentos en zapoteco como “El Príncipe Pavo” y “Luvina”, de Juan Rulfo, y “Cuánta tierra necesita un hombre”, de León Tolstoi.
“Hablar, un acto de resistencia al olvido”
En Oaxaca, una de cada tres personas son hablantes de alguna de las 16 lenguas indígenas de la entidad, una de ellas es el zapoteco.
En el año 2000, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), la variante del zapoteco del Istmo era hablada hasta por 100 mil personas distribuidas en dos distritos: Juchitán y Tehuantepec, y 15 municipios.
Una década después, en 2010, se calculaba que el número de hablantes disminuyó de 100 mil a 70 mil; sólo en Juchitán pasó de 93 mil 38 habitantes a unos 47 mil hablantes, según los datos del Inegi, mientras que en la población infantil, el zapoteco se habla en un 40%.
“El hablar en lenguas indígenas es un acto de resistencia ante el olvido, (impulsarlo) es un deber ante el constante desplazamiento del zapoteco. Cada vez son menos los niños que hablan este idioma. El panorama es aún más desolador en Tehuantepec e Ixtepec”, reseña Víctor Cata.
Los factores que aceleran el desplazamiento de las lenguas indígenas, dice el lingüista, incluyen cuestiones económicas, educativas y socioculturales. Detener su desplazamiento se logrará generando materiales de enseñanza lúdicos y creativos, asegura el también escritor.