Buscan que arte de jícaras labradas llegue a galerías
Artesanos de Pinotepa de Don Luis difunden técnica ancestral, para la comunidad mixteca de la Costa, esta pieza representa un lienzo
“La jícara, para mí, es como si fuera mi libreta. La jícara es la libreta de los pobres porque ahí puedes plasmar todo lo que quieres sin que te cueste un peso”, reflexiona Miguel Martínez Merino, artesano de este municipio.
El oficio, relata, lo aprendió a los 10 años de edad, a fuerza de observar a escondidas la manera en que lo hacían los mayores.
Ahora tiene 28 años de edad y es maestro en el labrado de jícaras, una de las principales actividades económicas que se realizan en esta población de la Costa de Oaxaca, ubicada a una hora de distancia de Pinotepa Nacional, principal ciudad y centro comercial de la región, colindante con Guerrero.
Una de sus obras, una guitarra cuya caja de resonancia es una jícara labrada, se expone de manera permanente en un museo de San Miguel Allende, Guanajuato.
Pero su actividad artesanal va más allá de fungir únicamente como una forma de obtener ingresos económicos para la subsistencia, este fruto se convirtió en un lienzo en el cual pueden trascender al arte con imágenes que surgen de la imaginación, para plasmar un mensaje a través de trazos a base del manejo de las gubias, y también para mostrar la naturaleza, historia y leyendas de su comunidad.
Hasta hace 20 años, el fruto redondo del árbol crescentia cujete, conocido como jícara, era utilizado como un recipiente para guardar líquidos, para beber o bañarse; incluso, era empleado como una especie de artículo decorativo que las mujeres usaban sobre la cabeza.
Ahora, con ello se hacen lámparas, aretes, brazaletes, monederos, servilleteros, botones, porta velas, máscaras de carnaval, entre muchos otros artículos.
La elaboración de esta artesanía se expandió en gran parte de los hogares de Pinotepa de Don Luis; pero anteriormente sólo estaba concentrada en unas cuantas personas o familias “celosas” que evitaban enseñar a más personas.
Freddy Yadiel, también un joven labrador de Pinotepa de Don Luis, coincide con Miguel Martínez.
“A mí me enseñaron unos amigos, antes era poco común la gente que se dedicaba a esto porque los grandes no querían enseñarlo; ahora, eso ya se ha superado, si alguien quiere aprender nosotros, sin ningún problema, enseñamos. Por eso, ahora son como mil los que se dedican a esto, hay familias completas”, destaca.
Aún no llega el censo
Pese a su importancia como actividad económica, las autoridades municipales y estatales no cuentan con un censo sobre el número de artesanos de Pinotepa de Don Luis que se dedica al labrado de jícaras y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) tampoco tiene datos específicos sobre las actividades artesanales en este municipio de la Costa de Oaxaca.
La mayoría de los artesanos elabora sus piezas y viaja hacia Pinotepa Nacional o a la capital del estado para venderlas; otros trabajan bajo pedido, en el que otras personas se dedican a comercializarlo.
Una pieza, según el tamaño y la cantidad de detalles, puede tardar hasta 15 días en ser terminada y generalmente son subvaloradas por los compradores; por la necesidad económica muchos acceden a venderlas a un precio mucho menor al de su valor real, dado el trabajo necesario para elaborarlas.
El joven Freddy Yadiel considera que el aumento de la competencia trajo algo bueno para Pinotepa de Don Luis y para ellos como artesanos: las ganas de mejorar y, en consecuencia, obtener más ganancias.
Entonces, ya no sólo se conforman con la elaboración de artesanías, las cuales venden en los mercados, sino crean piezas de arte que puedan ser valoradas como tal en galerías, museos y concursos convocados por instituciones públicas.
“La jícara es como pintar sobre un lienzo. Sin tener que gastar en pinturas, en brochas, en nada, todo lo tienes a la mano, hasta con un pedazo de cuchillo puedes elaborar tu herramienta y todo”, afirma Miguel.