El juguete de madera se resiste a desaparecer en Oaxaca

Especiales 24/12/2018 08:55 Christian Jiménez Cieneguilla, Santiago Tenango, Oaxaca Actualizada 12:27

La elaboración de juguetes se inició en Santiago Tenango ante la necesidad de proveer la mesa de alimentos y evitar la migración a los Estados Unidos

Fotos: Mario Arturo Martínez / EL UNIVERSAL

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La tranquilidad se mece al ritmo de los martillazos que golpean trozos de madera que se unen con filosos clavos, en Cieneguilla, población perteneciente a Santiago Tenango, la cuna de los juguetes de madera.

Melquiades López Leyva, de 48 años de edad, suma ya 23 en el oficio de la elaboración de piezas que con su habilidad, cobran vida en el taller provisto de láminas al frente de la vivienda que comparte con su esposa y cuatro hijos.

La elaboración de juguetes se inició en Santiago Tenango ante la necesidad de proveer la mesa de alimentos y evitar la migración a los Estados Unidos y otras entidades del país. Fue aproximadamente en 1997, cuando a Melquiades y otros hombres de la comunidad, algunos conocidos procedentes de Asunción Nochixtlán, les compartieron la idea de elaborar juguetes de madera.

Salir del rezago

Antes de dedicarse a esculpir la madera, Melquiades trabajaba en la albañilería como ayudante, pero el sueldo no le alcanzaba para sostener a su familia. No terminó la escuela primaria, por lo que nunca aprendió a leer y escribir bien. Ante ello, vio en los juguetes una oportunidad para salir adelante.

A la idea se sumaron unas 50 familias de Cieneguilla y otras poblaciones como Carbonera y El Correo. Al igual que Melquiades, sus vecinos tenían escasos conocimientos en carpintería, sin embargo, estaban determinados a aprender el oficio y apropiarlo.

En La Cieneguilla hay 216 habitantes, de los cuales 113 son mujeres. Del total de la población, el 2.31 por ciento proviene de fuera de el estado de Oaxaca. El 6.02% de la población es analfabeta. El grado de escolaridad es del 6.83 grados.

La información oficial destaca que el 2.78% de la población es indígena, y el 0,93% de los habitantes habla una lengua indígena.

El 45.37 por ciento de la población mayor de 12 años está ocupada laboralmente.

Dominio perfecto

A Melquiades le tomó aproximadamente cuatro años perfeccionar sus habilidades con las herramientas de carpintería. Con asombro de sí mismo, reconoce que actualmente, puede elaborar un caballito de palo en 10 minutos. Sin embargo, otras piezas, como los camiones de redilas, le toman hasta un día entero.

Hace más o menos una década, todo el trabajo era manual, lo que alargaba los procesos y alentaba la producción en el taller. Poco a poco, Melquiades fue mejorando sus herramientas y adquiriendo una cortadora eléctrica, una compresora, una pistola de clavos y otros instrumentos que acortan el tiempo de trabajo.

Pese a ello, asevera que no hay mejor forma de unir las piezas de un juguete, que usando clavos rústicos y la fuerza de sus brazos para golpear con el martillo. Actualmente, ha llegado a dominar el oficio a tal grado, de poder cortar decenas de piezas idénticas sin necesidad de usar moldes para después armarlas y formar los juguetes.

Aunque asevera que no hay un juguete favorito para los compradores, en el taller se fabrican muchos más camiones que otro tipo de juguetes. Con el paso de los años, los modelos de los camiones han ido evolucionando a la par que los reales, pues Melquiades, al igual que otros fabricantes, innovan los modelos que sacan a la venta.

A las labores del taller también se han sumado sus cuatro hijos y esposa, quienes realizan diferentes labores, desde el cortado de madera, hasta el pintado de los camiones, que se lleva a cabo en el patio de su vivienda.

Oficio sustentable

A los productores de juguetes de la comunidad y pueblos vecinos, les preocupa el entorno, por ello, sus productos están elaborados con madera plagada o sobrantes de madera de la tala regular que se realiza semanalmente en el bosque que rodea las demarcaciones jugueteras.

“Las ramas que se caen por viejas, o las que se desprenden cuando llueve o por el sol, son las que ocupamos para elaborar los juguetes. Las ramas se seleccionan y las que no sirven se ocupan como leña, para las cocinas o para calentar agua”, señala.

Incluso, el Comisariado de Bienes Comunales provee a los productores o a los vendedores de madera de trozos que podrían ser útiles y que son vendidos a los talleres para la producción de carritos, camiones, tráileres, caballitos, entre otros objetos.

Sobrevivir entre juguetes

Melquiades recuerda que hace años, antes de la construcción de la súpercarretera, los juguetes se vendían como artesanías a los viajeros que iban o venían de Oaxaca. La construcción de la vía de transporte, fue mermando poco a poco la economía de los fabricantes, cuyas comunidades quedaron escondidas detrás de los cerros.

Hasta ahora, asegura, no se han implementado programas gubernamentales para poder coadyuvar a que el oficio de los juguetes tradicionales no desaparezca. Por eso, los productores dedican jornadas de más de ocho horas a preservar su actividad.

En el taller de Melquiades, la jornada empieza a primera hora. Desde las calles aledañas se escucha el sonido de la cortadora y su taller es conocido y reconocido por su labor, por los habitantes del lugar, pues sólo interrumpe su trabajo para ir a comer o a dormir.

Ventas irregulares

En el negocio de los juguetes tradicionales, las ventas no siempre son buenas. Aunque en ocasiones las festividades, bodas y bautizos propician encargos especiales en el taller de la familia López, las ventas, apunta el propietario del taller, han bajado considerablemente desde el año 2006, cuando por el movimiento social, frenaron las visitas de estados vecinos a la capital oaxaqueña.

No obstante, para no dejar de producir, las familias de Tenango, tienen que bajar sus precios en las temporadas bajas como las de lluvias. Por otro lado, este diciembre, así como las temporadas de vacaciones, son buenas para las ventas.

Buscando oportunidades, las familias dedicadas a la elaboración de juguetes de madera instalan puestos de venta a orilla de la súpercarretera Oaxaca-Cuacnopalan, donde las piezas que elaboran en sus casas se exhiben sobre el cerro, mesas, piedras o en pequeños locales erigidos de tablas.

En el puesto de Melquiades, que está establecido a orilla de carretera, los juguetes se venden en un rango de precios que va desde los 50 hasta los 900 pesos. Sin embargo, la familia ha fabricado anteriormente juguetes por encargo, como camiones de tamaño real (al tamaño de un niño), que pueden costar hasta tres mil pesos.

Aunque la comunidad lucha por vender sus productos, los fabricantes admiten que son cada vez menos los niños que prefieren un juguete de madera por encima de uno que usa pilas o funciona de manera automática. Muchos de los compradores son adultos y para éstos también se fabrican otros juguetes tradicionales como trompos y baleros.

El juguetero asegura que actualmente, los niños ya no piden juguetes de madera para las festividades de Navidad y Día de Reyes, mucho menos los de su comunidad y otros pueblos vecinos, pues al conocer a los fabricantes, tienen acceso a los juguetes y no les toman el valor que requiere su elaboración.

 

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