Gracias a proyecto de reforestación en Oaxaca, renacen bosques de copal en la tierra de los mágicos alebrijes
Artesanos emprendieron hace 16 años un proyecto para reforestar las tierras de San Martín Tilcajete, hoy suman 27 hectáreas con más de 30 mil árboles endémicos
San Martín Tilcajete.— Hace 16 años, Jacobo y María Ángeles, artistas de San Martín Tilcajete conocidos por sus alebrijes de madera, conscientes del impacto de su oficio en el medio ambiente e influenciados por las acciones forestales del pintor surrealista Rodolfo Morales, iniciaron un proyecto de reforestación en su comunidad que hoy suma 27 hectáreas con más de 30 mil árboles endémicos.
Aunque el proyecto lo iniciaron en 2005, fue hasta 2010 que desarrollaron su propio vivero e implementaron su propio plan de reforestación, al cual nombraron Palo que Habla, que contempla dos grandes ejes: el forestal, orientado a la atención del Valle de Ocotlán, con árboles y especies endémicas de la región, y el agrícola, cuyo fin es conservar las semillas criollas de la zona, la dignificación de la economía campesina y la conservación de la soberanía alimentaria.
Para lograr esta reforestación, la familia ha recorrido un largo camino de experimentación, prueba y error. Ricardo Ángeles Mendoza, hijo de la pareja y encargado de la gestión y logística del proyecto, recuerda que hace algunos años perdieron cerca de 800 árboles en el vivero, sólo porque los cambiaron de una cama de cultivo a otra, en un momento inadecuado.
Los terrenos donde se lleva a cabo la reforestación son adquiridos como espacios de posesión comunal por la familia Ángeles, explica Ricardo, y suelen ser terrenos no aptos para la agricultura por sus condiciones orográficas, “son terrenos que no sirven para siembra, la gente los vende porque no tiene una visión de otra manera que no sea la agrícola, entonces, queremos reivindicar la visión del uso del campo”.
Si bien esta iniciativa surge como una forma de devolver a la naturaleza los árboles de copal que se utilizan en la talla de alebrijes, la reforestación no busca un aprovechamiento maderero, sino volver a tener bosques en el Valle de Ocotlán.
“Todo esto era monocultivo de maíz, ahora lo único que hay es huamúchil, ya ni hay ocote y por eso se llamaba Ocotlán. El ocote se cortó porque decían que ocupaba mucha humedad, Santiago Apóstol y San Martín Tilcajete tenían el monopolio del maíz en Oaxaca en los años posrevolución, por eso todo este valle se sembraba”, cuenta.
Paciencia para ver renacer bosque
Plantar cada uno de estos árboles es un proceso que requiere de tiempo y cuidado. Cada árbol crece durante dos años previos al día de la siembra; para obtenerlos, es necesario germinar las semillas o sembrar un esqueje, es decir, una rama de árbol.
Esta labor la hacen 20 personas y tres ingenieros especializados; tan sólo para la reforestación de este año, se necesitaron tres semanas para planeación de campo, logística, topografía, preparación de curvas de nivel, punteo de cepas y diseño de paisaje.
Ricardo afirma que cada segmento reforestado es un “microbosque”, ya que cada uno tiene un diseño específico: cuentan con caminos peatonales, explanadas y espacios abiertos que pueden tener otros usos a futuro, para temazcales o la práctica de yoga; también hay caminos diseñados específicamente para automotores, que cumplen con la función de cortafuegos, en caso de incendios forestales.
Los microbosques se reforestan actualmente con tepehuaje, guaje, jarilla y dos tipos de copal, especies nativas de la región que, una vez plantadas, son cuidadas durante seis años hasta volverse autónomas.
En cada espacio es instalado un sistema de goteo y una cerca perimetral para impedir que los animales (chivos principalmente) se coman los árboles.
El costo promedio de cada árbol hasta el día de la plantación es de 120 a 180 pesos; después de la plantación y los seis años de cuidados, el costo aumenta exponencialmente.
Cada año, Palo que Habla convoca al público en general para la siembra de árboles. Ricardo recuerda que al principio sólo llegaban amistades cercanas y familiares; después acudieron personas de la comunidad y de la ciudad.
El 2020 les fue significativo, pues la pandemia de Covid-19 llevó al equipo a buscar alternativas para el día de la reforestación, ya que la comunidad se encontraba cerrada a visitantes. Fue así como surgió la iniciativa Adopta un árbol, en la que las personas, vía internet, donaron fondos para la reforestación.
El resultado de esta campaña fue muy positivo, comenta Ricardo, y contribuyó a la reactivación económica de 80 familias de la comunidad que fueron contratadas con el dinero recaudado de las donaciones.
Este año continuó la campaña, con la posibilidad de que los donantes pudieran acudir a sembrar en persona y colocar su nombre.
Al llamado acudieron más de 400 personas, quienes llegaron desde temprano a las instalaciones, en donde se les explicó el proceso que lleva cada árbol, la importancia de cuidarlo y la forma de plantarlo.
Luego de la charla, una larga fila de personas recorría a pie el camino hasta el punto de la reforestación, cada una llevaba sus herramientas en una mano y sus árboles listos para plantar en la otra.
A su llegada, fueron recibidos con humo de copal para limpiar las energías; camino abajo hubo una ceremonia ritual dedicada a la madre tierra, para desear un buen y sano crecimiento a los 4 mil árboles plantados.
Una vez terminada la jornada, Ricardo Ángeles y su equipo supervisan cepa a cepa cada árbol plantado, para asegurarse de que el proceso de siembra sea exitoso.
Al terminar la reforestación, hacen un convivio en los microbosques que ya son autónomos, resultado de estos once años de trabajo ininterrumpido.
Finaliza el día. Ricardo mira con orgullo el trabajo colectivo y hace una invitación a las personas a participar en este proyecto: “Los invitamos a adoptar un árbol, ponerle nombre, sembrarlo, visitarlo cuando quieran para ver cómo va creciendo y poco a poco ver cómo se va regenerando el paisaje”.